Fe en el futuro

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04 enero 2013

Un nuevo año comienza y aparecen con él nuevas expectativas y esperanzas. Los desafíos son enormes, pero la fe en Dios y en el ser humano nos debe infundir confianza. La Humanidad ha atravesado por grandes dificultades pero ha prevalecido, y ante las que hoy se vislumbran también prevalecerá.

Uno de los principales problemas que ya están presentes pero que se prevé se intensificarán son los relacionados con la salud mental. Las alteraciones mentales y emocionales van tomando predominio y ocuparán los primeros puestos en la lista de los problemas de salud pública. Trastornos de ansiedad, depresión y adicciones, con sus consecuencias sobre la salud general y la calidad de vida impondrán un fuerte peso en los sistemas sanitarios a nivel mundial.

Sin embargo, hay motivos para ser optimistas y esperar que, aunque el desafío sea gigantesco, habrá formas de enfrentarlo. Estos motivos de optimismo surgen de donde siempre han surgido las respuestas a los graves problemas del Hombre: la ciencia.

Los avances de las neurociencias en los últimos años han sido espectaculares y han dado lugar a un cúmulo de conocimientos que permitirán diseñar formas de controlar diversas condiciones y padecimientos.

Los progresos en bioquímica cerebral y en neurofisiología han llegado a establecer cada vez con mayor precisión los mecanismos íntimos que regulan los estados anímicos, los procesos de pensamiento y los determinantes de ciertas conductas. Asimismo se sabe mucho más de los efectos de las experiencias traumáticas en la fisiología cerebral, y las posibilidades que se abren ante estos conocimientos son inmensas.

Veamos el caso de las adicciones, problema gravísimo que afecta a muchas personas y que tiene repercusiones familiares y sociales importantes. Hasta ahora los factores específicos que hacen que unas personas tengan capacidad de controlarse y limitarse mientras que otras sucumben y se esclavizan, no se conocían. Pero recientes avances en neurociencias han logrado encontrar las estructuras del cerebro y las alteraciones bioquímicas que determinan estas posibilidades. Desde hace tiempo se conoce que existe en el cerebro lo que se denomina el "Sistema de Recompensa". Muchas drogas o ciertas actividades como el juego, el sexo o el comer, estimulan este sistema, liberando Dopamina y provocando una sensación de placer. El Sistema de Recompensa es necesario para la supervivencia, pues hace que ciertas actividades esenciales para la vida sean placenteras, asegurando su búsqueda. Pero en algunas personas este sistema se altera, ocasionando conductas impulsivas y adictivas.

Como dijimos, esto ya se conocía. Lo que no se conocía y ahora se conoce son los mecanismos que regulan estos impulsos. La ciencia ha podido definir las zonas y los procesos químicos que están a la base de estos fenómenos. Se ha establecido la diferencia fisiológica entre el querer y el gustar y las estructuras que los provocan. Querer algo y gustar de algo son cosas distintas, y algo que gusta puede no quererse (por sus consecuencias), y como se ve en muchos adictos algo puede seguir queriéndose aunque ya no guste. El deseo persistente por una sustancia o actividad que ha ocasionado problemas es clave en las adicciones, y el conocimiento de los lugares y la forma en que se produce la alteración hará posible en un futuro contar con medios para controlar las conductas adictivas.

Así como con las adicciones la ciencia va encontrando y encontrará formas de aliviar los desórdenes mentales y otros de los problemas que más nos preocupan. Hay, pues, lugar para el optimismo.

*Médico psiquiatra.

Columnista de El Diario de Hoy.