Dios corta las flores en su mejor momento...

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19 enero 2013

¿Por qué has hecho sonar hoy las campanas?

¿Por qué has abandonado las callejas que te vieron pasar día tras día?

¿Por qué te has ido, amigo…? (Perales)

Todavía está fresca en mi memoria aquella mañana de marzo de 1990 en que al abrir la puerta de la antigua Redacción, vi en el conmutador a un adolescente flaco, de camisa blanca impecable y encorbatado, que risueño se puso de pie, me extendió su mano y me dijo: "Buenos días, ¿usted es don Mario?... Mucho gusto, soy Mauricio Vásquez…"

Fue el inicio de una amistad de esas que siguen más allá de este mundo, porque de por medio no existen los egoísmos, las envidias ni las trampas, sino la más hermosa hermandad. Entre Mauricio y nosotros sólo se interpone el cielo.

Mauricio comenzó desde abajo: primero fue telefonista, luego vendedor de espacios para esquelas mortuorias y tiempo después calificó para la sección de internacionales del periódico, para lo cual le ayudó su agudeza, su buen criterio y sus estudios en Derecho.

Dios siempre tuvo otros planes para él: no sería abogado ni vendedor, sino periodista y, su mejor universidad, El Diario de Hoy. Su inteligencia, la acumulación de experiencia, sus conocimientos y que se puliera en redacción de noticias y géneros periodísticos permitieron que llegara a ascender a editor de la sección.

Todavía tengo presente cuando don Luis Fuentes me preguntó mi opinión sobre si se le daba el puesto a Mauricio y yo, sin titubear, le dije: "Déle".

Sus ascensos, su versatilidad y la factibilidad que tuvo de viajar y conocer varios países nunca hicieron que se envaneciera ni perdiera su proverbial humildad. Siempre fue "el Chelón" para propios y extraños, con sus virtudes y sus defectos; el que recomendaba buenas películas, el que admiraba tanto a Juan Pablo II y el que se conmovía cuando de repente yo ponía alguna canción de Bobby Vinton o Paul Anka en mi computadora; el que alegraba las tardes con sus ocurrencias en el cubículo que compartíamos don Rolando, don Luis y el que esto escribe.

Fue el amigo leal que en los momentos de riesgo, como decimos, "se la jugaba" y me advertía, o el que buscaba mi consejo como si fuera su hermano mayor. No hablábamos con frecuencia, pero él sabía que estábamos listos no para cuando la ayuda sobrara, sino cuando hiciera más falta.

Me partió el corazón verle llorar a mares en mi hombro cuando su segundo hijo nació y se puso grave. Ahora es un destacado deportista en México. Desde entonces entendí que había un corazón de niño que nunca murió en él y que lo hacía sensible a las tragedias humanas al punto de anegarse en llanto.

Por su escuela pasaron después jóvenes periodistas que ahora son editores de periódicos o diplomáticos. Nunca fue el periodista fresón que se la lleva de intocable, francotirador, sabelotodo, agudo y petulante. Más bien con su ecuanimidad aprendimos que "lo cortés no quita lo valiente" y por su austeridad nos quedó claro que "rico no es el que más tiene, sino el que menos necesita". El que quiera ser un buen periodista debería imitarle esas virtudes, sobre todo la ecuanimidad y la humildad que tanta falta nos hace a muchos.

Me sentí aliviado cuando lo vi para su cumpleaños en Navidad, caminando por los pasillos del MQ y sobre todo cuando me dijo que pasaría el Año Nuevo en su casa, algo que se frustró porque tuvo quebrantos repentinos en esos días.

Un sentimiento de desazón e impotencia me invadió cuando lo visité el 1 de enero y apenas levantó su cabeza, me saludó y me dijo: "Mario, estoy mal…"

Aún así, pensé que se sobrepondría a ese trance como había superado otros, pero la noticia más increíble me llegó el sábado estando yo en Puerto Príncipe: "Falleció el Chelón…"

Alguien se preguntaba con preocupación si Mauricio se habría preparado espiritualmente y yo le dije: "Yo creo que él ya tenía ganado el cielo y el corazón de Dios mismo", pues aunque no era un cristiano militante, en la práctica quizá agradaba más a Dios que los que decimos que vamos a misa. Por bueno se lo llevó y me imagino que ahora él le estará cantando "La montaña" de Roberto Carlos o "Mi dulce Señor…" frente a frente.

Después de recibir la más ingrata noticia de este inicio de año no me queda más que pensar con resignación que algunas veces Dios corta las flores en su mejor momento... Él sabe más... Él sabe por qué… "Bienaventurados los limpios de corazón porque verán a Dios…" Esto se ha cumplido ahora una vez más.

¡Hasta siempre, "Chelón"!

*Editor Subjefe de El Diario de Hoy.