Relativismo, fundamentalismos, cristianismo

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20 enero 2013

Peter Higgs, es un científico inglés de fama mundial después de que el CERN descubriera el 4 de julio del 2012, que era verdad la existencia de una partícula mínima que Higgs propuso en 1964, partícula física conocida como "el bosón de Higgs".

En la entrevista de un diario español, Higgs critica el ateísmo agresivo de Richard Dawkins y admite que, aunque él no es creyente, se puede ser científico y religioso, con tal que esas creencias religiosas no sean dogmáticas o fundamentalistas.

No estoy en situación de saber qué entiende el bueno de Higgs por dogmático o por fundamentalismos, pero dentro del relativismo imperante se suele tachar con cualquiera de esas palabras a todo aquel que pretenda que sus creencias religiosas tienen un valor de realidad.

El relativismo admite y tolera todas las opiniones, también las creencias religiosas, siempre que se mantengan sólo como meras opiniones, sin pretender que ninguna de ellas sean verdades ciertas, realidades de alcance universal. Los relativistas añaden que en este mundo actual, tan pluralista en costumbres, ideas y creencias, para mantener la paz social y la democracia, lo mejor es que se viva sólo de opiniones, con un valor mayor o menor, según las circunstancias de lugar y tiempo y del criterio mayoritario. Lo contrario, dicen, sostener verdades religiosas es fuente de conflictos.

Muchos no se dan cuenta de que ese es el peor y más falso de los fundamentalismos, que se expresa en una sentencia dogmática que se suicida con sus propias palabras: "No hay verdades absolutas, todas son relativas". Porque si ninguna verdad lo es realmente, con valor universal, entonces esa afirmación de que no hay verdades absolutas, también es algo relativo y por lo tanto no tiene ninguna validez.

El 30 del pasado diciembre falleció a los 103 años de edad, la doctora y Premio Nobel de Medicina Rita Levi-Moltancini, que fue la primera mujer admitida en la Academia Pontificia de Ciencias. La doctora Levi-Moltancini no practicaba ninguna religión, lo cual no fue obstáculo para que perteneciera a esa Academia de una institución dogmática como es la Iglesia Católica y para que fuera amiga de Juan Pablo II, Benedicto XVI y muy especialmente de Pablo VI. De hecho, muchos otros científicos que pertenecen a esa Academia, no son ni católicos, ni cristianos. La Iglesia los valora y los admite por su competencia científica, demostrando de paso que no le tiene ningún miedo a las verdades científicas.

A mí, eso no me extraña en absoluto. El estar seguro de una o varias verdades no supone querer imponerlas a los demás. Al contrario de los dogmas del relativismo, todo cristiano verdadero posee una alegría y una paz profundas que le da su fe, su saberse hijo de Dios y hermano de Jesucristo y ello no es fuente de conflictos, por su parte. Su fe no la impone, la ofrece; la muestra en su vida e invita a otros a que vean lo bueno que es vivir así, el sentido profundo que da la fe católica a cualquier persona, sin miedo ni a la vida ni a la muerte, porque esta última es la puerta que abre a la luz y la felicidad eternas.

Los relativistas, en cambio, tienen miedo a la verdad, tienen miedo a una verdadera vida. Tienen miedo de que las verdades atenten contra su libertad y su débil felicidad. Pero una libertad desligada de la verdad, pierde su dignidad, se corrompe, pasa a ser esclava de los deseos, de los caprichos y del pensamiento políticamente correcto. De hecho, toda una serie de consignas del imperialismo ideológico de la cultura de la muerte y todas las otras que nos vienen del chavismo y fidelismo, sólo son inocuas, pura paja mental, para los que viven en su vida los principios morales de un cristianismo auténtico, que incluye el amor al prójimo y a los enemigos, que es mucho más que tolerancia.

*Dr. en Medicina.

Columnista de El Diario de Hoy.

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