Ira Anityatä, la muerte

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22 April 2019

Largo tiempo estuvo el buscador de montañas esperando cruzar el caudaloso Olín, cuando al fin divisó a lo lejos una barca de raído velamen que llegaba hasta el atracadero. La conducía un extraño viajero a quien la niebla cubría el rostro. Kanta subió al batel y entregó unas cuantas monedas al barquero para que le llevara hasta la otra orilla. Adentrados en las turbulentas aguas, Kanta preguntó al enigmático lanchero por qué ocultaba su faz. Aquél respondió con voz de otros mundos: “Soy el rostro que nadie quiere ver; el fin que nadie sabe. Soy Ira Anityatâ, el que corta los hilos del destino y de la vida”.

“Si estoy ante ti —dijo el arquero— deduzco que ha llegado la hora de morir, el final de mi camino”.

“No cortaré los hilos de tu destino, porque escrito está que Rhuna el hombre llegaría a Rhuna, la montaña”, respondió Ira. El arquero inquirió: “¿Cómo sabes de Rhuna, si pocos supieron de ella y hasta dudaron de su existencia? ¿Cómo sabes lo escrito en lo profundo de mi ser, alma viajera que corta los hilos de la vida?”. “Tu condena es llegar a la montaña de ti mismo, al igual que los peces rojos, remontando el cauce del río de su origen. Ira Anityatâ no detendrá los pasos del eterno viajero ni la ruta de los salmones sagrados, porque ambos van tras el mismo prodigio en los montes: el milagro de su desconocida grandeza”, dijo.