Tiempo especial

Tanto si somos religiosos como si no, vale la pena aprovechar esta tregua para examinar cómo estamos llevando nuestras vidas. Preguntarnos si estamos contribuyendo con nuestras acciones y palabras a hacer un mundo mejor, o si acumulamos resentimientos, odios y malas vibras.

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19 April 2019

Qué equivocado estaba mi profesor de quinto grado cuando, aquel día a principios de los Setenta, dijo que para finales del siglo XX e inicios del XXI las personas iban a vivir más tranquilas porque ya no tendrían que trabajar tanto, lo más unas seis horas al día. Los robots y los procesos de automatización iban a hacerse cargo de las tareas más pesadas o complejas, dejando más tiempo libre para el entretenimiento y el descanso. Las cosas han resultado muy diferentes. Aunque la automatización sí ha evolucionado de forma importante, esto no se ha traducido en más tiempo libre y en una vida más simple. Por el contrario, la vida actual es más complicada, el nivel de estrés ha aumentado y las cargas de trabajo son más prolongadas y extenuantes.

Por ello no deja de ser un alivio, una especie de tregua, este tiempo de Semana Santa. Este paréntesis a las actividades cotidianas es recibido como agua en el desierto. De todos los períodos vacacionales —aunque no para todos hay vacación— la Semana Santa es el más plácido. Diciembre es muy festivo, pero también muy ajetreado, y agosto (para los de San Salvador) se siente demasiado corto. La Semana Santa es como más intensa, más perceptible. Muchas cosas se prestan para que así sea. La quietud del ambiente, esa sensación de calma y de silencio que el sonido de las chicharras no interrumpe, sino que intensifica, la temperatura cálida, la bruma. Todo contribuye a esta paz que todo impregna y envuelve.

Es posible que sea porque mis vivencias de antaño y actuales están en esta tierra, pero creo que la Semana Santa en El Salvador es peculiar, irreproducible. Las he pasado en otros lugares, pero no son lo mismo, no es la misma sensación. La reconozco tan bien que, si después de un larguísimo sueño despertara en esta época, sabría de inmediato que es El Salvador y es Semana Santa.

Este período es también oportuno para reflexionar sobre asuntos importantes. Tanto si somos religiosos como si no, vale la pena aprovechar esta tregua para examinar cómo estamos llevando nuestras vidas. Preguntarnos si estamos contribuyendo con nuestras acciones y palabras a hacer un mundo mejor, o si acumulamos resentimientos, odios y malas vibras. Revisar si tenemos adecuados mecanismos para deshacernos del negativismo prevalente. Hay dos frases de Jesús que he vuelto a escuchar estos días, que resultan muy útiles para desintoxicarnos de resentimientos y de actitudes negativas. Él nos pone en nuestro lugar cuando nos pregunta por qué miramos la paja en el ojo de nuestro hermano y no vemos la viga que tenemos en el nuestro. O nos da una lección de humildad al decirnos que el que esté libre de pecado tire la primera piedra.

En la Semana Santa el ritmo baja y esto es muy bueno para la salud mental. Los que pasan en la playa o la montaña lo perciben directamente. Caminar descalzo en la arena, escuchar el rumor de las olas; o ver el verde de la vegetación y sentir el olor de los árboles, son tan efectivos como una psicoterapia. Los que están inmersos en los oficios religiosos reciben los beneficios de la contemplación al tiempo que fortalecen su espíritu. Incluso los que trabajan lo hacen con más tranquilidad pues a todos lados llega la paz que este tiempo tan especial da.

Médico siquiatra