Meditemos sobre nuestro futuro

El Salvador no ha superado aún la confrontación social y la polarización ideológica heredadas de la guerra, elementos que sumados a la falta generalizada de cultura política, hábitos de reflexión académica y altura intelectual, en una sociedad insegura y violenta enfrascada en la corrupción y la impunidad a todos los niveles, nos convierte en un caso deprimente de estudio

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15 April 2019

Estamos una vez más en la Semana Mayor, comúnmente conocida como la Semana Santa porque supone, de acuerdo con el sentido histórico y religioso, un período de recogimiento y descanso en un ambiente de espiritualidad.

La mayoría de la gente en el mundo entero ha sucumbido a la visión comercial del espectáculo turístico y la vive como una oportunidad de vacacionar y abusar de comidas y bebidas en un festejo ya popular internacionalmente.

Sin embargo, al igual que en la época navideña, siempre el receso obligado de la rutina y el trabajo, representa una oportunidad para repensar nuestra existencia, visión, compromisos y sueños.

El Salvador no ha superado aún la confrontación social y la polarización ideológica heredadas de la guerra, elementos que sumados a la falta generalizada de cultura política, hábitos de reflexión académica y altura intelectual, en una sociedad insegura y violenta enfrascada en la corrupción y la impunidad a todos los niveles, nos convierte en un caso deprimente de estudio, para los interesados en analizar y documentar la descomposición social y la desintegración galopante, malintencionada e irreversible de nuestra sufrida comunidad.

Y no se trata de adoptar una posición apocalíptica, sino únicamente de poner los pies sobre la tierra para sacudir a la opinión pública e insistir una vez más, en el llamado a la tolerancia, la confianza y el respeto por los demás, con un sentido de responsabilidad patriótica y la calidad humana requerida para superar de una vez por todas, el lastre de los siglos pasados, afrontar el actual con actitud renovada y preparar las condiciones para dejar nuestro legado a las generaciones presentes y futuras.

Si no reconocemos nuestros problemas y la tendencia al descalabro social que se agudiza cada día, seremos incapaces de reaccionar y corregir el rumbo que nos oriente a una sociedad pacífica, democrática y retomar el rumbo del crecimiento económico y el desarrollo social.

En menos de dos meses, el país iniciará un periodo de gobierno, resultado de uno de los procesos más controvertidos de los últimos tiempos, en una situación de agotamiento del sistema tradicional de partidos y con el surgimiento de un liderazgo nuevo y aún indescifrable para muchos, en un ambiente político hostil en el que incluso los detalles más insignificantes están siendo objeto de polémica.

Pareciera que los políticos de todos los colores, valoran más su situación personal y la de sus partidos que la estabilidad y democracia que reclama la inmensa mayoría de salvadoreños.

La situación que vivimos se compara al caso que los salvadoreños, haciendo un símil de nuestra situación con el vuelo de un avión en que viajamos y que si se cae nos matamos todos, sobre todo si insisten en agredir al piloto, quien por otra parte en este momento de incertidumbre generalizada ignoramos si puede conducir en condiciones adversas, si lleva navegante o copiloto o si cuenta siquiera con una tripulación eficiente para asistirlo.

Si agregamos a esto que el avión carece de suficiente combustible y que requiere todavía de mucho recorrido para alcanzar el aeropuerto de llegada más cercano, parece que solo nos queda rezar para que nos encuentren confesados, siendo la Semana Santa el momento propicio.

Preparemos nuestro salvavidas para el salto, la mente para obtener el valor y la tranquilidad y el cuerpo para nadar un buen tramo si fuera necesario. Ante tal panorama, es lógico entender que nuestro anhelo parece ya no ser, que el avión no caiga, sino que al menos caiga en el agua para que el choque sea menos demoledor.

Presidente de Concertación Democrática Nacional.