Más circo que pan

En vez de debatir ideas, estrategias, hacer propuestas y presentar planes, los políticos que saben cómo se mueven las cosas, se orientan a la sensación, a provocar, a dejar mal a sus rivales por el simple procedimiento de inducirlos a que cometan lo que se ha llamado el “resbalón” mediático o, más de acuerdo con nuestra forma de hablar, la metida de patas en público.

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12 April 2019

El mundo de la política es cada vez menos real y más representación, espectáculo, un bien de entretenimiento y consumo. Esta nueva forma de hacer política ha encontrado en nuestro país —por su limitada, y relativamente controlada, oferta mediática— su mejor difusor en las redes sociales.

La competencia por hacerse con los votos ya no está en quién propone las mejores soluciones, quién tiene las opiniones más razonables en los asuntos de discusión pública. Ya ni siquiera importa ser más creíble que los rivales, sino ocupar más tiempo la atención del público y copar los “trending topics” diariamente.

En vez de debatir ideas, estrategias, hacer propuestas y presentar planes, los políticos que saben cómo se mueven las cosas, se orientan a la sensación, a provocar, a dejar mal a sus rivales por el simple procedimiento de inducirlos a que cometan lo que se ha llamado el “resbalón” mediático o, más de acuerdo con nuestra forma de hablar, la metida de patas en público.

Si no consiguen declaraciones equivocadas o ex abruptos de parte de sus rivales, también tienen otros recursos: les basta con descontextualizar unas palabras, o torcer su sentido (como aquello del “basurero de Soyapango”); pues cuando el que habló viene a darse cuenta de que lo que ha dicho ha sido manipulado, el número de post y tuits es tan abrumador que cualquier aclaración se pierde irremediablemente en el bosque de despropósitos que inunda las redes sociales.

Otra estrategia para dejar en ridículo a los contrincantes, o minimizar su credibilidad, es establecer temas tabú, de modo que quien se atreva a plantear algo serio en estos campos inmediatamente es tachado de oligarca, expoliador de derechos de las minorías, vendido a intereses particulares, etc.

De manera que se logra descalificar a cualquiera que se atreva a ir en contra de la opinión oficial, establecida —por supuesto— por ellos. Así, por ejemplo, en el tema de la ineludible reforma de pensiones, parecería que quien se aparte de la opinión inducida masivamente (las AFP se roban el dinero de la gente, el gobierno sabe lo mejor para cuidar el dinero de los privados, los gobiernos anteriores se lucraron obscenamente con los ahorros del público, etc.), está —sin lugar a discusión ni oportunidad de defenderse— contra los intereses de las mayorías.

Otro método de provocar el desliz mediático es no centrar los temas en lo importante, sino en las comparaciones absurdas. Y así, da lo mismo que se discuta si los gobiernos anteriores robaron treinta y un mil o cinco mil millones de dólares, pues establecido quedó, y libre de discusión, que robaron, y mucho, que era el punto que se quería dejar fijo en el “top of the mind awareness” del gran público. Una estrategia tan eficaz como la de poner a discutir a la gente quién choca más Ferraris en los redondeles…

El colmo de la eficacia se alcanza cuando un político logra que su rival pida disculpas por asuntos en los que él personalmente no ha tenido nada que ver, por algo que su partido ha “hecho”, o por acciones de sus correligionarios en el pasado. Es anodino que a nadie le importe que se juzguen hechos pasados con criterios actuales, o que se trate de asuntos imposibles de comprobar.

Los políticos de la vieja guardia son muy vulnerables a estas provocaciones porque, simplemente, siguen creyendo que al gran público le importa más la verdad que la imagen.

Pero, va a resultar que la cultura del “show”, de las fotos con filtro de “Instagram” y de los post en “Facebook” en los que parece que la vida es sólo buena comida y diversión, han ido calando más a fondo de lo que nos imaginamos, hasta conseguir que verdad y ficción no sean dictadas por la realidad, sino por la habilidad histriónica y comunicacional de algunos astutos políticos.

Ingeniero @carlosmayorare