El ateísmo humanista de nuestro tiempo

El hombre no es solo materia, sino espíritu en cuerpo material. Se me viene a la mente Génesis 1: 26- 27: “Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, que ellos dominen los peces del mar, las aves del cielo, los animales doméstico y todos los reptiles. Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios los creó; varón y mujer los creó”.

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12 April 2019

Ludwig Feuerbach (1804–1872), pensador alemán, deja sus estudios de teología en la Universidad de Heidelberg para seguir los cursos de filosofía de Hegel, en Berlín, por quien quedó deslumbrado y de quien toma el concepto de “alienación”. Para Feuerbach, la “alienación” consiste en que el hombre ha sido despojado de algo esencial que le pertenece por una ilusión. Afirma en Dios lo que se niega a sí mismo.

“La religión se ha transformado en un vampiro que se alimenta de la esencia humana, de su carne y su sangre”, se lee en La esencia del Cristianismo, de Feuerbach, publicado por primera vez en 1841. En esencia consideraba que Dios es solamente la suma de los atributos que pertenecen a la grandeza del hombre. Él, aunque no es el fundador del marxismo, podemos considerarlo como su “padre espiritual”.

En 1844, también en Alemania, nace Friedrich Nietzsche, considerado uno de los pensadores contemporáneos más influyentes del siglo XIX. De acuerdo con Nietzsche, Dios no es más que el espejo del hombre que se vuelve consciente del poder que posee. Para él, Dios no existe más que en la mente del hombre, pero es un huésped indeseado. En su libro “Así habló Zaratustra” nos dice que Dios “es un pensamiento que tuerce todo lo que es recto”. También libera la frase: “Dios está muerto”. Esta no se trata de una afirmación, sino de una decisión, algo determinado por el hombre.

El ateísmo también existió en la antigüedad, pero fue teórico y una postura minoritaria. Sin embargo, el ateísmo humanista liderado por estos pensadores y Auguste Comte, con su positivismo, desencadenaron un fenómeno sin precedentes con una gran y rápida acogida, convirtiéndose en una corriente de pensamiento práctico jamás visto hasta ahora.

Hoy en día el problema no es tanto el ateísmo como rechazo de Dios, sino más bien la falta de ideales, el escepticismo, la falta de creencia y la indiferencia religiosa. Ser ateo hoy no significa rechazar a Dios, sino vivir sin Él con absoluta normalidad. Xavier Zubiri expone que en la actualidad no acoger el ateísmo como cosmovisión, es nadar contra corriente. De hecho, en Francia en los próximos años se estima que cerrarán 9,000 iglesias por la disminución de fieles.

La confianza del hombre en los recursos de su inteligencia y del progreso técnico lo ha hecho proclamar una falsa autonomía, que desdeña una fuerza superior y que cree que ya no le sirve.

Yuri Gagarin, cosmonauta soviético y primer humano en viajar al espacio exterior, cuando regresó resume esta forma de vida: “He subido, he dado la vuelta por el cielo y no he visto a Dios”.

Pese a estas corrientes filosóficas arraigadas con más fuerza en la actualidad, podemos decir que el ateísmo ha fracasado. Porque ninguna de sus afirmaciones o de los argumentos propuestos para comprobar la inexistencia de Dios han logrado ser totalmente concluyentes. ¡Qué razón tenía Gagarin! Si hubiera visto a un ser en el espacio no hubiera sido Dios, sino un ser creado.

La ciencia, mientras más se desarrolla más logra traspasar límites y obstáculos, pero siempre dentro de un ámbito terrestre. El doctor Francis Collins, uno de los más grandes científicos de nuestro tiempo, director del programa que descubre el genoma humano, mismo que describe nuestro DNA y la explicación del código de la vida, detalla en su libro “The Language of God” (El Lenguaje de Dios) su viaje del ateísmo a la fe y cómo la ciencia moderna no solo no riñe, sino que se compagina con la fe y la razón.

Por otro lado, el hombre no es solo materia, sino espíritu en cuerpo material. Se me viene a la mente Génesis 1: 26- 27: “Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, que ellos dominen los peces del mar, las aves del cielo, los animales doméstico y todos los reptiles. Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios los creó; varón y mujer los creó”.

De allí que el hombre trasciende lo material y tiene la capacidad para tener experiencias espirituales, como la que relato a continuación: André Frossard nació en Francia en 1915. Su padre Ludovic-Oscar Frossard, primer secretario general del Partido Comunista Francés, fue educado en un ateísmo total, tanto que era un fiel adepto de Karl Marx. Un día cualquiera, por casualidad, entra a una capilla del Barrio Latino y relata que “habiendo entrado a las cinco y diez de la tarde en busca de un amigo, salí a las cinco y cuarto en compañía de una amistad que no era de la Tierra. Habiendo entrado allí escéptico y ateo de extrema izquierda, indiferente y ocupado en cosas muy distintas a un Dios que ni siquiera tenía intención de negar, volví a salir, algunos minutos más tarde católico, apostólico y romano, llevado, alzado, recogido y arrollado por la ola de una alegría inagotable”.

Sus padres creen que está hechizado y piden que lo examine un médico amigo, ateo y buen socialista. Su diagnóstico: “Efecto de la gracia y nada más”. Esa gracia no era una enfermedad extraña, sencillamente había tenido una experiencia mística, había encontrado la fe.

De esta experiencia Frossard escribe su libro “Dios existe. Yo me lo encontré”. Una pieza que se convirtió en un best seller mundial. Él murió a los 80 años en París, dejando un legado como uno de los intelectuales católicos franceses más influyentes de su país.

Empresario.