La sombra del monte

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10 April 2019

El atemorizado arquero se escondía de los gigantes, aunque fueran un espejismo más de la tenebrosa planicie. Aprendió el habla de los colosos y luego de tanta soledad comprendió el lenguaje del desierto, que le indujo a hablar con el silencio. Igualmente los gigantes le enseñaron a cantar aires perdidos, lo pequeño de la gloria y lo inmenso de la divina ilusión. Conoció el nombre de algunos titanes. Uno de ellos se hacía llamar Antares, como la constelación. Otro llamado Akasha, el nombre de los cielos, poseía con sus manos grandiosas el vasto universo. Un tercero, Olón, el trueno, dominaba la furia de las tormentas. Jala poseía los ríos y el mar. Agná encendía el fuego de los cielos en el amanecer y lo apagaba en el atardecer con sus manos de niebla. Prithvi amasaba el barro con las lluvias, formando las montañas. Vayú, entre tanto, detenía los huracanes con sus manos y hacía cantar la flauta de los cañales. Shanti inspiraba la paz en los demás. Prema poseía el amor eterno. Dharma aplicaba las leyes del Sansara. Karma escribía el destino humano. El último de ellos era Rhuna, el del eterno sueño. “Tiene mi mismo nombre”, dijo Kanta, como viéndose a sí mismo. “¡Tan grande es mi locura! Mi nombre ha sonado en todo el firmamento.” Vio la sombra inmensa del monte sobre el arenal sin saber si era la suya o la de un sueño.