Mirando a las cimas de fuego

descripción de la imagen

Por

04 April 2019

Tan sola quedó la comarca del luminoso río de las arenas doradas, quedando atrás con todo lo que un día amó el arquero errante y tuvo que abandonar a fin de continuar su viaje a los montes, que era volver a sí mismo. Al buscar en el baúl de Kanta, Macara se dio cuenta de ello. Los mapas de Rhuna, el misterioso monte que buscaba su amado, ya no estaban allí. Fue hasta la ventana de su habitación, desde donde se contemplaban en la lejanía las doradas cimas de las tierras altas. Secando sus lágrimas, la mujer miró tristemente a los montes, murmurando en silencio un adiós. De esos adioses donde mueren un poco los amantes que quedan sin tener un sueño donde ir. Entonces ella —que podía ver los peces invisibles del caudaloso Ares— vio al salmón escarlata que era su amado, saltando los torrentes cuesta arriba. Y musitó una antigua canción de pescadores que hablaba de murgones, tornando al lejano sitio de su origen. Así quedó abandonada la Radha del áureo afluente. En los principios de la creación el primer hombre fue amasado con el mismo barro carmesí de los montes. Al igual Rhuna, la montaña de fuego, se fue buscando las cumbres de su creación. Macara volvió al río con sus cedazos remendados y siguió colando las arenas del Ares, buscando rastros de su amado en el oro del sueño del desierto.