¿Lo mismo de siempre?

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03 April 2019

El Salvador ha pagado un precio enorme por los conflictos que llenaron su historia en los últimos cincuenta años, desde los secuestros que comenzaron en los setentas, que destruyeron la rápida expansión industrial que incluía los desarrollos iniciales de la industria electrónica, la primera de Centro América, hasta la guerra civil que dejó 80,000 muertos y causó enormes sufrimientos y una caída del ingreso por habitante de 25%, hasta la postguerra llena de incertidumbre que retardó el desarrollo del país por la amenaza continua que el FMLN planteaba contra las instituciones democráticas del país. La gráfica adjunta muestra el menor de los costos: el económico. La línea azul muestra el ingreso por habitante desde 1920 a 1979. La línea negra muestra lo que tendríamos si hubiéramos seguido creciendo a la tasa a la que veníamos haciéndolo en esos años.

La roja muestra lo que e ha sido la realidad de 1979 hasta ahora. El ingreso por habitante actual es apenas un poco más de la mitad de lo que sería si no hubiéramos tenido la caída de la guerra en 1979 y todo el periodo de odios y conflictos que siguió.

FUENTE: Maddison Historical Data https://www.rug.nl/ggdc/historicaldevelopment/maddison/ y DataBank del Banco Mundial.

La gráfica muestra solo parte del costo que las confrontaciones han tenido para el país. Además de reducir el ingreso por persona a prácticamente la mitad de lo que podría ser, hay que sumar el costo mismo de la guerra (el costo de los dos ejércitos) y las muertes y los sufrimientos. Solo viendo la gráfica todos deberíamos de entender que el conflicto y la violencia sólo pueden llevarnos a más pobreza y a más conflicto, en un círculo vicioso que es el que hemos vivido desde que la violencia se fue apoderando del país a fines de los años setentas.

Un cambio de gobierno es siempre una oportunidad para iniciar cambios que sean positivos y significativos para el desarrollo del país. En el discurso de aceptación de su triunfo electoral, el Presidente Electo dijo que, con ese triunfo, ganado con un partido diferente a ARENA y al FMLN, se cerraba el período de la postguerra que había sido caracterizado por los mismos conflictos que habían llevado a la guerra. ¿Qué más positivo y significativo podría suceder que terminar con ese período de odios y conflictos enconados que comenzó en los setentas y sigue todavía vigente 50 años después? Por supuesto, los conflictos tienen al menos dos partes y alguien tiene que tomar la iniciativa para terminarlos y hacer prevalecer la razón sobre los odios, las revanchas y las soberbias. Por la Constitución, que da al Presidente la responsabilidad de mantener la armonía social en el país, y por la responsabilidad misma del liderazgo, es al Presidente Electo al que le toca iniciar el proceso de reconciliación que es necesario para que el país entre a una etapa de progreso. Si no lo hace, el país seguirá con lo mismo de siempre en el sentido más fundamental de la expresión, porque lo mismo de siempre por 50 años ha sido el personalismo, la agresividad, el revanchismo, y el deseo no de aceptar que hay gente que tiene ideas distintas a los que detentan el poder y que si los hay, hay que aniquilarlos. Eso ha sido lo de siempre, y los resultados s e ven en la gráfica.

Si el Presidente Electo logra que las instituciones funcionen en medio de la diversidad de opiniones políticas que es natural en toda sociedad, pasará a la historia como la persona que terminó con la guerra que ha dividido y atrasado al país por 50 años. Si no, dejará esta tarea histórica para otro presidente futuro, con todo el costo que esto significa para el país. Su período habrá sido otro ejemplo de “lo mismo de siempre”.