Carta a los tuiteros y facebuqueros: Paremos a las ‘turbas digitales’

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25 March 2019

Todos deberían leer la columna titulada “No nos van a callar”, publicada por Erika Saldaña el lunes 25 de marzo en El Diario de Hoy. De su propia experiencia explica el fenómeno de las “turbas digitales” que en las redes sociales atacan a cualquiera que se atreve a expresar alguna crítica pública al líder de Nuevas Ideas y presidente electo, Nayib Bukele.

Yo recibo este tipo de ataques diariamente: insultos, mentiras, amenazas. Amenazas de expatriarme, amenazas de muerte, amenazas a mi familia. Siempre he preferido no tomar en serio estos ataques. Siempre he dicho que para mucha gente frustrada, las redes sociales son una válvula de escape para deshacerse de sus agresiones reprimidas. La gente que nos insulta o amenaza en Twitter ya no nos va a tirar piedras o balas…

Sigo convencido que para mucha gente, la violencia digital funciona como terapia. Pero solo funciona para individuos. Si la violencia digital es organizada, colectiva y dirigida, ya no sirve como válvula de escape para prevenir violencia real. Por esto es correcto el término que Erika Saldaña usó en su columna: “Turbas digitales”. Ella no fue víctima de la agresión de unos locos, sino de un ataque organizado y dirigido. Y así como lo vimos en la manifestación contra la Ley de Agua, en estos casos la violencia digital va a la calle, la verbal se hace real. Cuando estamos ante “turbas”, la violencia digital promueve, convoca y prepara la violencia callejera y real contra personas o propiedades.

El fenómeno de las “turbas” se hizo famoso en Centroamérica  mucho antes de que existieran las redes sociales, como las “turbas divinas” que los sandinistas echaron encima a sus adversarios en Nicaragua para controlar sindicatos, universidades y barrios. Hoy estas “turbas” sandinistas las vemos en televisión, grupos civiles armados hasta los dientes, convertidos en escuadrones de la muerte, protegidos por la policía, reprimiendo a estudiantes. En la Venezuela de Maduro se llaman “colectivos” y con total impunidad atacan y asesinan a opositores.

Aquí en El Salvador tuvimos la “Brigada Limón”, encabezada por Mario Belloso, que operaba como grupo de choque del FMLN y sus alcaldías, sobre todo para reprimir protestas de sindicatos municipales. Cuando Mario Belloso, aprovechando una manifestación frente a la UES, sacó un fusil para matar a sangre fría a dos agentes policiales, la conmoción social fue tan grande en todo el país y en todos los sectores que el FMLN tuvo que desarticular, de una vez por todas, su propia versión de las “turbas”.

Fue una muestra de que la violencia política no ha tenido espacio en El Salvador desde los Acuerdos de Paz. Y no hay que permitir que esto cambie.

Siempre hemos tenido violencia verbal en las redes. Los partidos y gobiernos han tratado de montarse encima de este fenómeno y dirigirlo contra sus críticos y adversarios. Pero antes de la entrada en escena de Nuevas Ideas, esto había sido un fenómeno marginal, sin mucho impacto. Pero ellos sí han logrado armar en serio y en grande sus “turbas digitales” y dirigirlos eficientemente, que es la parte más complicada en este tipo de campañas. A veces parecen todos sincronizados, siguiendo señales y mensajes de algunas cuentas claves, como las de Ernesto Sanabria (@_Brozo)  y Walter Araujo y otras veces operan de forma descentralizada, como “guerrilla cibernética”, como células, por iniciativa propia.

Una vez que la violencia digital tiene este grado de organización, ya no se trata de individuos frustrados deshaciéndose de sus agresiones. Se trata de operaciones intencionales y planificadas de dar muerte civil, intimidar y destruir a adversarios o críticos. Y ya no hay ninguna garantía que la violencia se quede limitada al espacio cibernético. Por lo contrario, en cualquier momento puede traspasarse a la calle, a la realidad, y volverse criminal, ya sea por ordenes superiores, por la inercia propia de una “guerrilla cibernética” o una “turba digital”.

Todavía podemos parar las “turbas digitales”, así como entre todos logramos parar a la “Brigada Limón”. 

Saludos, Paolo Lüers