Moderación y prudencia, o errores y disculpas

La moderación va llegando naturalmente con la edad, la prudencia se puede aprender temprano (“calladita te ves más bonita”). Todos vamos aprendiendo a actuar: la “curva de aprendizaje” describe el grado de éxito en un aprendizaje en el transcurso del tiempo.

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22 March 2019

Las personas somos muy heterogéneas, ni falta hace que se diga. Las dimensiones en las que aparecen esas variaciones son múltiples: variamos en talla, peso, color de la piel, musculatura, por citar algunas físicas; pero también en inteligencia, carácter y personalidad, por mencionar algunos constructos psicológicos clásicos. Los valores, en cambio, homologan, igualan, hermanan. Permiten agrupar a las personas en torno a unos pocos: respeto, justicia, amor, solidaridad, por ejemplo.

Siendo eminentemente conceptuales, sin base fisiológica alguna, los valores no pueden ser heredados. Nadie puede decir que “los lleva en la sangre”. Son enteramente sociales, conceptuales y aprendidos. Por lo mismo, pueden también ser enseñados. Reformulo: todos los valores son enseñados. Una vez aprendidos, la persona no se da cuenta que está comportándose de acuerdo a ellos y puede llegar a creer que siempre se ha comportado así. La gente se confunde cuando dice “es que la caballerosidad la hereda de su padre” o “todos los hijos le salieron negociantes, lo llevan en la sangre”.

Los valores sirven para guiar conductas, para dar un norte a los comportamientos, para establecer prioridades a las acciones. Por eso, todas las grandes corporaciones y empresas tienen una declaración de los valores que los guían (calidad y eficiencia entre los más citados), queriendo significar con ello que sus colaboradores se comportarán de acuerdo a ellos. En las empresas privadas es fácil imponerlos: el empleado se comporta de acuerdo a ellos o mejor renuncia y se va.

Enseñar los valores en la escuela no es sencillo pues hay que atender a su doble naturaleza: conceptual y vivencial. Por ello, se necesita tiempo de clases y materiales bien diseñados para las diferentes edades; se necesita un cuerpo docente que acepte los valores que va a enseñar; se necesita, sobre todo, que los profesores vivan de acuerdo a esos valores. Por mucho que se quiera enseñar teóricamente la honradez, bastará que un solo maestro no se comporte honradamente (que venda un examen, o acepte soborno para subir una nota), para que los alumnos le pierdan el respeto y pongan en duda tal valor.

En el listado de valores que quiere enseñar una institución educativa, aparecen la moderación y la prudencia. La moderación implica no excederse en los comportamientos, mantener el equilibrio para vivir con bienestar. La prudencia es actuar o hablar con cuidado y de forma adecuada a la situación con el fin de evitar posibles dificultades y respetar los sentimientos y las libertades de los demás. Ha solicitado el colegio que se evalúe la vivencia de esos valores por sus alumnos. Discurriendo en cómo evaluar la prudencia, señalaba que usualmente se manifiesta no en el comportamiento observable, sino en la falta de comportamiento (“por prudencia no lo dijo, en ese momento: ella estaba muy enojada y no lo entendería” “se comportó prudentemente en la sesión de Junta Directiva; sabía que, si sacaba ese tema, ardería Troya”).

Lo que sí vemos de la prudencia y la moderación son sus consecuencias negativas: los errores que se cometen. La moderación va llegando naturalmente con la edad, la prudencia se puede aprender temprano (“calladita te ves más bonita”). Todos vamos aprendiendo a actuar: la “curva de aprendizaje” describe el grado de éxito en un aprendizaje en el transcurso del tiempo. En algunas tareas es más importante que en otras. En la función pública, por ejemplo. No se puede actuar imprudentemente a cada rato y querer solucionarlo luego con disculpas del diente al labio. La “curva de aprendizaje” en estos casos debe ser rápida para evitar errores crasos. El señor Trump parece haber mejorado; Maduro no. Ojalá que la curva de aprendizaje del nuevo gobierno no sea tan extendida. Un error, se perdona; dos, se entienden; tres, se toleran.

Psicólogo