Los hilos vienen de La Habana

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17 enero 2013

En los últimos días el FMLN ha cambiado drásticamente el lenguaje de su candidato a presidente en las elecciones de 2014, Salvador Sánchez Cerén. El FMLN inició la campaña tratando de posicionarlo como un buen abuelito, sabio estadista y moderado en sus ideas, modelándolo en la imagen de José Mujica, el presidente de Uruguay que ha hecho tanto para sanar las heridas que la lucha ideológica dejó en su país y que ha encaminado firmemente su progreso económico en la ruta del libre mercado.

Para sugerir que Sánchez Cerén tiene estas características, el candidato viajó a Uruguay y se tomó una foto con Mujica, que el FMLN publicó subsecuentemente en todos los medios del país. En un país, como El Salvador, en el que considerablemente más del 70 por ciento de la población es moderada y desconfía profundamente de los extremistas, era la única manera de tratar de ganar las elecciones.

Pero ahora, coincidiendo con la grave crisis que la enfermedad de Hugo Chávez ha causado entre los jerarcas del así llamado Socialismo del Siglo XXI, Sánchez Cerén ha tomado varias acciones que contradicen y borran esa imagen y que le devuelven los rasgos que siempre lo han caracterizado. Esto tiró al traste toda la estrategia que el FMLN había trazado.

¿Qué pasó? ¿Por qué cambió el FMLN su discurso, tirando a la cuneta su plan de disfrazar al candidato como un moderado? Este acto no puede entenderse en el contexto nacional exclusivamente. Refleja estrategias políticas orientadas a fortalecer el poder en las dos bases del Socialismo del Siglo XXI, en medio de la crisis más grande que han tenido desde su incepción en los años noventa. El régimen comunista cubano no puede sobrevivir sin los 15 mil millones de dólares que le regala Venezuela, y la muerte de Chávez los pone en peligro. El riesgo es alto de que aun sucesores chavistas no puedan mantener ese volumen de transferencias para mantener el Socialismo del Siglo XXI y el castrismo vivos en Latinoamérica. Lo más urgente ahora para los cubanos es mantener a los chavistas en Venezuela, y lograr que ellos puedan seguir financiando a Cuba y sus operaciones en Latinoamérica.

En su cambio, el FMLN mostró la sumisión que tiene a las cúpulas cubana y venezolana, que lo mantienen como partido, y que le exigieron que ayudara a mantener el poder en Cuba y en Venezuela. Eso, no las elecciones en El Salvador, eran la prioridad, y Sánchez Cerén pasó por ese aro.

Las acciones de Sánchez Cerén reflejan los dos lados del acto de sumisión a los cubanos y venezolanos. Primero vino el mensaje a cubanos y venezolanos, la genuflexión que los cubanos, y sus aliados en Venezuela, necesitaban para dar a Venezuela un papel de supuesto liderazgo, el pretexto para que los venezolanos se traguen su triste realidad de seguir manteniendo a Cuba y a muchos países y partidos como el FMLN, aun teniendo enormes volúmenes de pobreza en Venezuela misma. Esta genuflexión incluye la adopción más pública de la franquicia chavista, que incluye el cambio a la Constitución (que se ha hecho en todos los países del Alba) y la radicalización del FMLN.

En su proyección en El Salvador, el cambio no refleja un deseo de perder sino un cambio en la estrategia para ganar. El énfasis se cambiará del candidato, que seguirá apoyando la línea diseñada para mantener el poder en Cuba y en Venezuela, a los millones que gastarán los venezolanos --a través del Gobierno, del FMLN y de las distintas empresas Alba--, para comprar los votos con acciones diseñadas para dar la impresión de que el nuevo gobierno del FMLN llevará progreso al país con paquetes agrícolas, similares programas financiados con dinero venezolano. Los dólares para hacer esto requerían la sumisión. El cambio en Sánchez Cerén es una manifestación de cómo el FMLN aceptó esta transacción y cambió todo para acomodar las órdenes de las cúpulas cubanas y venezolanas. Todo por el dinero.

*Máster en Economía,

Northwestern University.

Columnista de El Diario de Hoy.