¿Cuáles son nuestros juramentos?

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17 March 2019

Hipócrates fue un médico de la Antigua Grecia, nacido en la isla de Cos, en el año 460 antes de Cristo. Basó su práctica médica en la observación y el estudio del cuerpo humano. Sus aportes a la medicina fueron tan importantes que para muchos historiadores es considerado como el padre de esta disciplina. Contemporáneo de Sócrates y Platón, es recordado por su juramento que contiene los fundamentos de la práctica médica, pero sobre todo de su ética. Este juramento es tan relevante que aún tiene vigencia en nuestros días.

Por eso, en el marco de la Asamblea General de la Asociación Médica Mundial, celebrada en Ginebra, en septiembre de 1948, debido a un historial reciente en ese momento de abusos perpetrados por algunos médicos, quebrantando la ética profesional, de manera urgente se buscaba restablecer su dignidad. Entonces, se aconsejó que los médicos pronunciaran, al recibir su diploma, un juramento hipocrático modernizado, que rezaría así:

“Prometo solemnemente consagrar mi vida al servicio de la humanidad; otorgar a mis maestros el respeto y la gratitud que merecen; ejercer mi profesión dignamente y a conciencia; velar solícitamente, y ante todo, por la salud de mi paciente; guardar y respetar el secreto profesional; mantener incólume, por todos los medios a mi alcance, el honor y las nobles tradiciones de la profesión médica; considerar como hermanos a mis colegas; hacer caso omiso de credos políticos y religiosos, nacionalidades, razas, rangos sociales y económicos, evitando que se interpongan entre mis servicios profesionales y mi paciente; mantener sumo respeto por la vida humana desde el momento mismo de la concepción y no utilizar, ni incluso por amenaza, mis conocimientos médicos para contravenir las leyes de la humanidad. Solemne y espontáneamente, bajo mi palabra de honor, prometo cumplir lo antedicho”.

Bajo este predicamento, muchos médicos dedican parte de su tiempo para atender a pacientes sin recursos económicos, algunos sin cobrar por sus honorarios o participan en jornadas médicas gratuitas. Pero hay otros que contradicen a la noble vocación, algunos que violan u olvidan aquel juramento al no recetar las medicinas adecuadas para curar la enfermedad y, al contrario, indican otras porque les generan un beneficio económico, a partir de las comisiones de venta. También están aquellos que aconsejan cirugías para tratar problemas físicos que pueden curarse con un tratamiento alterno de terapias y medicamentos. Sin mencionar a los que atentan contra la vida al abortar, asesinando al bebé en el seno materno. No son el todo, pero sí los hay y algunos de estos casos, incluso, han trascendido a los medios y los hemos conocido.

Pero quiero meditar sobre las implicaciones del juramento hipocrático, no solo para los médicos, sino también para las demás actividades o profesiones, con énfasis en estas líneas: “Prometo solemnemente consagrar mi vida al servicio de la humanidad”. Porque, ¿no es acaso la profesión del abogado un servicio a la sociedad?, o, ¿no lo es el empresario que genera desarrollo económico y crea fuentes de trabajo?; ¿el ingeniero que construye techos y edificios? y qué decir del banquero que financia el desarrollo… Y así podríamos seguir enumerando profesiones.

Sin embargo, cuando pensamos en el empresario o el banquero lo asociamos con la ambición de ganar mucho dinero; o con el abogado que no defiende la causa justa, sino al que le paga. Parece que el dinero se ha convertido en el fin último de las diferentes profesiones. Tanto que la razón más importante para algunos jóvenes al escoger su profesión no es su vocación, sino la que mayor ingreso económico proporcione.

El dinero ha tenido a lo largo de la historia muchos y diferentes significados. De ser simplemente un medio de intercambio y una medida de comercio, ha pasado a ser un valor central en nuestra escala de valores, en la que la posesión se convierte en la mayor y más importante de las aspiraciones personales. Cuando son otros los valores que deben privar en la sociedad y que son los únicos que llevan al hombre a su completo desarrollo.

Mientras el dinero controle nuestra sociedad seguiremos teniendo políticos y gobernantes que buscan su beneficio personal y no el servicio a la comunidad.

Liberémonos de estos falsos valores e intereses erróneos que inhiben nuestro desarrollo personal y el de nuestra sociedad. Sigamos el ejemplo de aquellas grandes figuras que han servido a la humanidad como Hipócrates, como Wilhem Roentgen, físico alemán cuya invención fueron los Rayos X, lo que le valió el primer premio Nobel de Física en 1901. Roentgen donó la recompensa monetaria por su descubrimiento a su universidad y rechazó patentar el descubrimiento para dejar su uso total al bien común. Y así muchas otras figuras como Albert Schweitzer, médico franco alemán, misionero en África y premio Nobel de la Paz, en 1952, por fundar un hospital al servicio de la población necesitada en el pueblo de Lambarené, en el Congo.

La verdadera misión de cada uno debe ser dejar huella desde nuestra actividad, cualquiera que sea. Huella en nuestro hogar, huella en nuestro trabajo, huella en nuestra comunidad, huella en nuestro país. Así habremos servido a la humanidad y la habremos dejado con algo mejor.

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