La educación para los cambios

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14 March 2019

En esta columna he enfatizado muchas veces la importancia de invertir en el capital humano del país, elevando el nivel y la penetración de la educación y la salud del pueblo entero. Es igualmente importante discutir los tipos de educación que necesitamos para evitar graduar personas que no encuentren trabajo en el mercado —algo que está pasando en este momento—. La falta de convergencia entre las necesidades de la sociedad y lo que el sistema educativo está produciendo proviene de dos problemas principalmente. Uno es que la enseñanza no está enfocada en dichas necesidades. El otro es que la calidad de la enseñanza es mala, de tal forma que las cosas que el sistema dice que enseña al alumno realmente no se las enseña. El segundo problema es, sin duda, el peor porque conlleva una mentira que para las personas que invierten sus recursos en educarse adquiere la naturaleza de estafa.

La solución de este problema es muy difícil pero es esencial. Involucra no solo la mejoría técnica del profesorado sino, y muy importantemente, la inyección de la pasión por lograr excelencia en su profesión. Esto, por supuesto, debe ir acompañado de mejoras en la educación, la remuneración y el prestigio del profesorado. Los países que han logrado éxitos más grandes en la educación de su gente, incluyendo prominentemente a los nórdicos, lo han hecho enfocándose mucho en la mejora de sus profesores.

Pero es igualmente importante enfocarse en las necesidades de la sociedad, tanto a largo como a corto plazo, lo cual requiere destruir varios mitos, comenzando con el que dice que el ideal debe ser que todos tengan una educación universitaria. Países como Alemania e Inglaterra, que han invertido mucho en la educación técnica, enfocada en generar habilidades que lleven al alumno a conseguir rápidamente un empleo de valor agregado, han demostrado que dicha educación es un camino muy eficiente para lograr y sostener el desarrollo económico. Y, si es exitosa, puede ser mucho más barata que la alternativa de tratar de pasar a todos por la universidad. Sin duda es muchísimo más barata que no dar educación y dejar que el pueblo se defienda con habilidades de bajo valor agregado.

La orientación de los estudiantes a habilidades que sean demandadas por la sociedad tiene un problema muy particular: las tecnologías están cambiando tan rápidamente que cuando los estudiantes se gradúan las tecnologías que han estudiado muy probablemente son obsoletas. Por eso, lo más importante es lograr que los alumnos aprendan a aprender para que siempre se puedan mantener al día.

Esta semana estuve en una conversación con un exitoso empresario salvadoreño de software que está muy interesado en este problema porque lo que restringe el crecimiento de su empresa es la disponibilidad de programadores. Es decir, si la empresa logra conseguir programadores, le es relativamente fácil conseguir clientes para el crecimiento de su empresa y dinero para financiarlo. Con 27 años, maneja una empresa que tiene cerca de 70 programadores y está creando entre 6 y 8 empleos nuevos cada mes. Los empleos pagan $500 mensuales al ingresar a la empresa y pueden subir en pocos años a $1,500 mensuales y aún más.

La entrada a esta profesión no requiere un grado universitario sino solo los conocimientos básicos de un bachillerato (la empresa no exige ningún título) y un entrenamiento de cuatro meses. Los que la empresa escoge para contratar son personas que hayan realizado proyectos, que les enseñan a conceptualizar problemas y a resolverlos. Pero lo que más les sirve para escoger es la pasión que los aplicantes tienen, no por conseguir un trabajo sino por el placer de aprender y por la satisfacción de resolver problemas de programación. Esto es lo que motiva a los muchachos a enfrentar el gran reto de la nueva revolución tecnológica: aprender a aprender.

Hay otras profesiones que requieren de habilidades más elaboradas, de matemáticas más avanzadas, de ciencias naturales profundamente estudiadas. Pero en todos los campos es cierto que lo esencial es enseñar a las nuevas generaciones y a sus profesores a aprender, que es lo que tendrán que hacer por todas sus vidas, y darles la pasión por el conocimiento, que es lo que los va a motivar y les dará satisfacción. Ambas cosas son cruciales en nuestros tiempos.

Máster en Economía Northwestern University