Malas señales, presidente electo

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11 March 2019

Después de los resultados del 3 de febrero, se ha adoptado por muchos -me incluyo- una posición de prudencia, en torno a las críticas, análisis y predicciones acerca de lo que está por venir. Algunos hemos querido sustituir la desconfianza justificada previa a las elecciones, por una especie de beneficio de la duda, respecto de lo que podrá ser, en general, la forma de conducirse del presidente electo, una vez rinda protesta constitucional y asuma la banda presidencial. Nos hemos conformado por necesidad pragmática, en pensar que tal vez “el león no es como lo pintan”…

Pero la prudencia calculada no puede ocultar la contradictoria realidad. Brindar un voto de confianza no implica tampoco pecar de ingenuos. Y es que la incertidumbre que lógicamente genera el futuro gobierno de Nayib Bukele, pasa en buena medida por las señales, no solo de su reciente pasado, que desde luego importan, sino sobre todo, de las actuales señales que van perfilando y anticipando el estilo de su futura gestión.

De Nayib Bukele se ha dicho mucho en el pasado. No es ese el punto. Pero reitero que aún hay temas pendientes que requieren una concreta explicación, y acaso solución: cuestionamientos a algunos contratos de su última gestión municipal, su situación fiscal a causa de la investigación patrimonial en la Sección de Probidad, y el financiamiento de su millonaria campaña presidencial.

No se puede pretender ser el estandarte en la lucha anticorrupción, pregonar una nueva forma de hacer política, y por ende, una nueva forma de gobernar, si la mayor diferencia entre él y sus antecesores, será su porcentaje de votos, su estilo irreverente, y las renovadas esperanzas de cambio que despertó en mucha gente. Hacer las cosas de una forma diferente, empieza por asumir el gobierno, haciendo de la transparencia, el mérito y la probidad, una regla general. Lo fácil es hablar y criticar, lo difícil es actuar y arrastrar con el ejemplo. Si quieres hablar de transparencia, empieza primero por rendir tus propias cuentas…

Nayib Bukele debe demostrar su inexcusable sometimiento al imperio de la ley. Nadie en un Estado de Derecho, desde el ciudadano común hasta el propio Presidente, puede bajo pretexto alguno, pretender colocarse por encima de la ley. La justicia, pilar de la democracia, no puede mirarse como algo vano y ligero, en la que un asunto judicial se arregla tan fácil como mandar a traer un paquete de dinero.

Nadie metió arbitrariamente a Nayib Bukele en su último lío judicial, del que recién la semana pasada acaba de conciliar. Ha sido su inmadurez, impulsividad, y una buena dosis de soberbia, las que lógicamente le llevaron a perder tiempo y desgastarse ante un tribunal judicial. Sin dejar de mencionar que solo pocos días antes –sin que siquiera le aplique- pidieron sus abogados que el caso se archivara y no se le procesara más, pues como presidente electo gozaba ya de inmunidad, es decir, del tan cuestionado e impopular -muchas veces impune- fuero constitucional.

Y cómo dejar por fuera al nuevo edificio legislativo, tema en el que haciendo gala del “efecto Bukele” expuso no las bases defectuosas del ruinoso edificio, sino las renovadas y claras divisiones en la derecha, particularmente en el partido Arena; haciendo ver mal, en general, al órgano Legislativo, excepto su partido GANA, y unos cuantos “disidentes” que atraídos por el sutil señuelo, fácilmente fueron presas de un entusiasmo oportunista, desnudando además de su rebeldía, que en el quehacer legislativo –a pesar de tantos asesores- están poco formados y muy mal informados.

Con esto se advierte un mensaje bastante claro de manipulación y confrontación institucional: al final, reorientar los fondos, siempre no era posible, pero se presagia que el antagonismo y el oportunismo político que explota el “ellos contra nosotros” o “si no están conmigo están contra el pueblo” conducirá como estilo de gestión a un desgaste institucional polarizante.

“Pienso luego existo” reflexionó el filósofo y matemático René Descartes. Sirva esta frase como consejo no pedido, con el debido respeto, al oído del presidente electo.

Abogado y Notario