La academia en el territorio

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08 March 2019

A diario decenas de estudiantes universitarios bajan de la zona norte de Chalatenango a la única universidad rural “Monseñor Óscar Arnulfo Romero” para academizar los conocimientos y sabiduría que han adquirido en el seno de sus familias en temas relacionados a las ciencias agrícolas. No alcanzan los veinte años de edad y administran sendos invernaderos, cuyas producciones terminan en supermercados conocidos o el mercado de mayoreo del país. La comercialización es otro frágil tópico. Lo interesante es que están buscando avanzar en el patrimonio identitario.

En ese contexto, y de acuerdo al Consejo Nacional de Rectores de El Salvador (CONARES), una decena de pequeñas universidades, en su mayoría filiales de matrices de San Salvador, se encuentran ubicadas en el interior del país para responder a unos 10, 500 jóvenes que aspiran a profesionalizarse. A éstos se suman los que asisten a las filiales de Universidad de El Salvador (UES). Entonces, cuál es el aporte que éstas almas máter están haciendo a los territorios del interior?

Están frenando la migración, dando plus a los territorios , supliendo la demanda que la universidad estatal no alcanza a cubrir, generando el conocimiento, aportando investigación , y sobre todo apostando al desarrollo y poniendo el valor a los saberes que ya existen.

A este se suma la reciente filial de la UES en Ahuachapán en el occidente del país, departamento rico en recursos pero remarcado en el Mapa de la Pobreza hasta extremos de hambruna. En hora buena su inauguración y, sin duda, contribuirá a superar los niveles de marginación de esta zona.

Otra interesante contribución es la que realiza la academia con su acercamiento de servicios que a través de su proyección social adopta los territorios y realiza acciones de investigación, que posteriormente se convierten en insumos de diálogo para la crítica, toma de decisiones o de políticas públicas locales o nacionales.

Sin duda, la academia es un actor importante. A nivel nacional suman unas cincuenta instituciones de educación superior. En San Salvador se concentran la mayor parte con una veintena de instituciones de esta naturaleza, y le sigue la Libertad con unas diez. La deuda de academia está en los departamentos fronterizos de Cabañas y Morazán, según información oficial. Más allá del número, sus desafíos son imperantes y deberían relacionarse con la investigación y la acción, con la respuesta a una demanda de oferta académica integral y coherente con las necesidades del territorio, propiciando innovación y con el avance de la universidad en línea sin perder la mística del contacto, identidad, empatía humana, y la incidencia política.

Este aporte académico está abonado también por reconocidos teóricos del desarrollo local. Para el caso, Francisco Alburquerque señala que la marginalidad económica social de los territorios también obedece a que por historia se le ha minimizado y tomado como única referencia a la empresa o al pensamiento privado.

Entonces, es importante reconocer el valor de la academia y su potencial para el desarrollo y capacidad de sinergias y rol de bisagra con la institucionalidad y demás actores en función de la investigación y la acción. El rol cohesionador de las universidades en el interior es preponderante y sobre todo para dinamizar y comprender en su esencia en los territorios, y responder a la avidez de las generaciones como buena parte de los jóvenes productores de Chalatenango, que contra viento y marea han decidido quedarse en el país, potenciar y revalorizar su ruralidad.

Periodista especializada en turismo y desarrollo local