Una doble carga

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08 March 2019

En el largo tiempo que llevo trabajando en mi profesión he atendido a infinidad de pacientes con cuadros depresivos. He visto personas deprimidas de todo tipo y condición, desde grandes empresarios hasta humildes campesinos, desde amas de casa ya entradas en años hasta jóvenes estudiantes universitarios. La enfermedad depresiva es bastante democrática para escoger a quién ataca. Y en un buen número de pacientes, también aquí de manera igualitaria, he advertido un fenómeno que por su frecuencia puede tomarse casi como una regla.

Yo le he llamado La Doble Carga, aunque sé que este término ha sido adoptado por la Organización Mundial de la Salud para describir la dualidad malnutrición-obesidad que se observa en países subdesarrollados. Mi concepto es otra cosa, tiene otro sentido. En efecto, el paciente deprimido afronta dos cargas. La primera es soportar los síntomas que caracterizan la enfermedad, ya de por sí bastante incapacitantes.

En otras palabras, es sufrir la enfermedad misma. La segunda carga es tolerar la indiferencia y el escepticismo de los demás, incluyendo la propia familia y otras personas cercanas, a una patología que no tiene signos físicos definidos y que por tanto muchos toman como algo imaginario, una simple debilidad.

Hace ya mucho tiempo traté a un prominente abogado, avanzado en edad y experiencia, un viejo lobo de mar. Lo que me dijo lo he guardado en mi memoria como testimonio valioso y revelador: “Yo nunca creí en eso de la depresión, pensaba que era una pend… un invento de los psiquiatras para tener más pacientes. Cuando venían a pedirme un favor y sacaban eso de la depresión me daba cólera, y hasta les tenía un discurso preparado. Les pegaba un levantón y les decía que se dejaran de babosadas, que eran puras debilidades, que mejor se pusieran bien los pantalones. Eso pensaba yo de la supuesta depresión, eso creía, hasta que me dio a mí…”. Las vivencias cambian a las personas.

Este abogado no sólo cambió su percepción sobre la depresión, sino que durante años ayudó a personas que la padecieron. Muchos, incluyendo médicos, tienen que sufrir en carne propia para entender a otros.

Esta doble carga no sólo opera para la depresión sino también para otras enfermedades crónicas. Aplica en especial en aquellas cuyo curso no es particularmente dramático sino más bien insidioso y sutil. Se da en una serie de trastornos neurológicos y en enfermedades autoinmunes, y los pacientes que las padecen también tienen que enfrentar la incomprensión, el escepticismo y hasta el rechazo.

Por supuesto que hay personas que simulan enfermedades o síntomas para obtener beneficios o evadir responsabilidades, las ha habido siempre y las seguirá habiendo. Todos conocemos de casos. Pero una cosa es un familiar o empleado manipulador que se las quiere pasar de listo, y otra muy diferente un enfermo real. La doble carga se refiere precisamente a eso, a que el paciente real debe demostrar y hacer entender a los demás que no pertenece al otro grupo.

Los médicos y los familiares de los pacientes con condiciones de este tipo deben informarse bien antes de formar conclusiones precipitadas. Suficiente es el peso que ya soportan para que se les agregue uno más. Las enfermedades se llevan mejor cuando hay apoyo y empatía de los familiares y amigos. Y muchas veces la falta de comprensión de quienes debieran dar ese apoyo duele más que la misma enfermedad.