La refundación de la República

descripción de la imagen

Por

01 March 2019

Una breve inspección de la situación del país muestra que los problemas más serios que tenemos son de largo plazo y que tratar de solucionarlos en el corto plazo no solo no funciona sino que deja la situación peor que lo que estaba. Así hemos venido con la inseguridad ciudadana, que proviene de problemas tan profundos que no pueden resolverse sin un análisis también profundo y con una estrategia de largo plazo. Igualmente con la economía, que no crece porque el factor de producción más importante —el capital humano— está abandonado por falta de educación y salud. Este también es un síntoma de las mismas carencias de nuestra sociedad que no vamos a resolver de un día para otro.

Esto debería ser obvio para todos. Pero el tiempo pasa y ningún gobierno está dispuesto a invertir seriamente en estrategias de largo plazo para aumentar el valor agregado de nuestra producción y mejorar la seguridad ciudadana. Pero antes de volver a concluir que los culpables de este problema son los políticos, y qué hay que botar todas las instituciones democráticas a la basura para volver a construir El Salvador, es necesario reconocer que los políticos son expresiones del pueblo mismo y que, como es bien sabido, los países tienen los gobiernos que se merecen. Si el gobierno se enfoca solo en acciones y análisis superficiales y en dar la impresión de hacer algo cuando en realidad no hace nada es porque así lo quiere la gente, porque eso es lo que celebran, lo que consideran inteligente, lo que creen que es “cool”.

Mucho de la atención que el pueblo le presta a la política se enfoca en tonterías que solo viven en el cortísimo plazo, como estar enterado del último insulto que un político le ha hecho a otro, o de la última metida de pata que alguien dio en un programa de televisión, o de lo bien o mal que se maneja en las redes, o creyendo cosas tan superficiales como que lo que define la capacidad de un presidente es si puede hablar en televisión sin tener papeles o leyendo de un teleprompting. Aquí hubieran pensado que Abraham Lincoln era un idiota. El llevaba sus discursos, incluyendo la inmortal Oración de Gettysburg, escritos en papeles que se ponía sobre su cabeza y los tapaba con su sombrero. Así, cuando iba a dar el discurso, se quitaba el sombrero, sacaba el discurso y lo leía y después lo volvía a poner en su sombrero.

En lo que solo puede describirse como una fuga hacia la mediocridad, el pueblo salvadoreño ha terminado creyendo que el mejor presidente sería el que sea el mejor showman, el que entretenga mejor en la televisión y en las redes sociales, el que mejor insulte, el que maneje mejor las cámaras, el que se vista más “cool”, aunque mienta, aunque no se refiera a los problemas del país cuando hable, y, peor aun, aunque no tenga ni la más mínima idea de cómo resolverlos. ¿Qué otra cosa sino el fracaso podría salir de estas especificaciones para los políticos?

Perdidos en la mediocridad de este enfoque superficial de la vida, poco a poco, viendo videos con una cobertura de atención de no más de ocho segundos, la gente ha permitido que el país vaya perdiendo el rumbo, no de un día para otro sino gradualmente, en un proceso de largo plazo. Y en este proceso, sin poder ver ni el bosque ni los arboles sino solo los chiriviscos, la gente no entiende cómo cada vez los cortos plazos son peores, como las opciones abiertas para el desarrollo del país son cada vez más estrechas. Sienten que alguien los ha traicionado y no se dan cuenta de que ese alguien son ellos mismos porque ellos han admirado en los políticos las características que nos han llevado a donde estamos.

Se habla de la refundación de la República. Lo que se necesita para refundarla es que el pueblo exija seriedad a sus gobernantes, manifiesta en los análisis y estrategias que inicien los procesos de largo plazo que son necesarios para el progreso. Para lograr eso, deben dedicarle al país más tiempo y dejar de creer que los shows en el internet, y no los trabajos serios, son los que pueden sacar al país de su subdesarrollo.

Máster en Economía

Northwestern University