No se puede subestimar los principios y fuerza de trabajo de hispanos

Una solución al dilema sería darles autorizaciones temporales con funciones específicas, como se hace con los trabajadores agrícolas que recogen cosechas y ayudan en faenas relacionadas, para luego volver a sus lugares de origen hasta el año siguiente.

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19 February 2019

Cuando un contingente de agricultores salvadoreños decidió marcharse a Nicaragua a causa de las restricciones que las autoridades les estaban imponiendo, el gobierno de aquel entonces les dijo que podían irse, pero no llevar su maquinaria.

Pero lo contrario es lo que tiene que hacerse, escribimos en aquel momento: que se vaya la maquinaria pero que se queden los agricultores, pues son ellos los que saben de agricultura, llevan su vocación en el alma, logran las cosechas.

“Los necesitamos para crecer y desarrollarnos...”.

La sinrazón se dio por vencida, los agricultores se quedaron y nuevos cultivos y técnicas fueron introduciéndose, hasta que el país se doblegó ante la imposición de una ruinosa reforma agraria que tanto daño ha hecho.

Igual sucede con la obsesión de construir un muro entre Estados Unidos y México para detener la inmigración; se busca dejar fuera lo que en todos los tiempos y particularmente en el Norte es siempre un valiosísimo aporte al desarrollo y la prosperidad: la gente que literalmente aunque no de inmediato, llega con su pan bajo el brazo. Esos inmigrantes comparten principios y valores con los estadounidenses y saben que si no trabajan, si no aportan al bienestar del país al que llegan, no comen.

Contrario a lo que el presidente Trump declaró, de que los inmigrantes hispanos pueden perpetrar actos de terrorismo, Ian Vásquez, del Cato Institute, con sede en Washington, dijo lo siguiente:

“¿Existe algo que se asemeje a una emergencia de seguridad nacional? Ni cerca. La probabilidad de morir en EE. UU. de un ataque terrorista cometido por un inmigrante ilegal o solicitante de asilo es de una en 1.3 mil millones por año, según el experto Alex Nowrasteh. Es más, ninguna persona ha muerto o ha resultado herida en ataques terroristas en EE. UU. a causa de quienes han cruzado de manera ilegal la frontera con México o Canadá desde 1975”.

Los hispanos mayoritariamente son respetuosos de la ley, se esfuerzan para integrarse a sus comunidades aun corriendo el riesgo de ser descubiertos y deportados, forman familias y, repetimos, trabajan para comer y sostenerse.

Los inmigrantes podrían

reactivar las grandes

ciudades deprimidas

Una solución al dilema sería darles autorizaciones temporales con funciones específicas, como se hace con los trabajadores agrícolas que recogen cosechas y ayudan en faenas relacionadas, para luego volver a sus lugares de origen hasta el año siguiente.

A los inmigrantes del momento actual se puede encargar, como ejemplo, llevar a cabo la reconstrucción de ciudades casi abandonadas como los centros urbanos de Detroit, de Pontiac o de San Luis, que se revitalizarían para convertirse en barrios de clase media baja como los muchos que hay a través de toda la nación.

Detroit y Pontiac fueron en su momento y antes de que los sindicatos automovilísticos se los acabaran, hermosas ciudades, contrastando con las japonesas y las coreanas después de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Corea.

Hay un enormemente dramático contraste entre como quedó Hiroshima después que Truman ordenó destruirla con la bomba atómica y la deslumbrante urbe de hoy en día, comparando con lo que era Detroit en aquellos tiempos y lo que es ahora.

Reconstruir esas ciudades puede ser una excelente solución a la inmigración, al deterioro urbano y a un necesario, urgente crecimiento poblacional de Estados Unidos, que enfrenta en estos momentos el desafío de una nación, China, que cuenta con más de billón y medio de habitantes.