Ser conservador

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15 February 2019

En un ambiente moral permanentemente crispado y al mismo tiempo monótono, las posturas conservadoras se están convirtiendo en una especie de heterodoxia, de disrupción con respecto a las corrientes de pensamiento políticamente, y culturalmente, impuestas.

El conservadurismo del siglo XXI, sobre todo en un mundo en que izquierda y derecha van perdiendo contornos, no defiende un programa político concreto. Si tiene contrapartes, son el progresismo, el populismo, y el pensamiento único.

En contra de una opinión común, ser conservador no es quedarse anclado en el pasado, sino una actitud válida para todo tiempo, pues su esencia no es la nostalgia o la inmovilidad de los valores, sino la confianza en el sentido común y en la infatigable capacidad humana para buscar los bienes fundamentales, por encima de intereses de grupos o privilegios injustos y de circunstancias históricas concretas.

El fondo político de la actualidad del conservadurismo puede analizarse desde dos perspectivas: como reacción social ante la imposición de un pensamiento único desde determinados ámbitos culturales y políticos; y como la fuerza de la sensatez que ve en el regreso a la verdad sobre el ser humano un modo eficaz para restaurar la democracia cuestionada por el populismo, sustituir una ecología sentimentaloide y anticapitalista por otra verdaderamente científica; o recuperar el papel de la familia como crisol de humanidad, en contraposición con quienes se empeñan en destruirla por disolución.

El conservador cree en la igualdad de todas las personas, no por reconocimiento legal o presión cultural, sino porque todos compartimos la misma naturaleza y, por lo mismo, debemos ser tratados sin distinciones por las leyes y/o valores en boga.

El progresista, en cambio, no cree en la igualdad natural de todos. De hecho con frecuencia se rebela contra la naturaleza y pretende torcer los conceptos (familia, género, sexo, raza, genética) hasta límites increíbles. No le interesa la igualdad ante la ley, sino la igualdad por la ley… Y por eso se empeña en alcanzar posiciones de poder político desde las que pueda legislar privilegiando minorías.

El conservador suele ser práctico. Confía en los valores que han funcionado para preservar la paz social y posibilitar el desarrollo armónico de las sociedades. No es un arqueólogo del pasado, ni está anclado a culturas pretéritas, sino que es alguien con la suficiente humildad —y sentido común— como para comprender que la cultura y la historia rezuman enseñanzas muy valiosas, costumbres y prácticas que ningún diseñador social o defensor de utopías, podría ni siquiera soñar alcanzar.

Tampoco es una actitud pesimista: reconoce que las cosas siempre pueden ir mejor, y lucha por ello (con lo que se descarta, también, la acusación de conformismo), y más que apostar por utopías se empeña en reconocer lo bueno, lo bello y lo verdadero que a lo largo de la historia han logrado los seres humanos. Lucha por alcanzar una mejor sociedad apoyándose en la memoria agradecida del pasado, la observación atenta del presente y la esperanza optimista del futuro.

En contraposición a los progresistas, para quienes la colectividad nos esclaviza, y las diferencias nos excluyen, para el conservador la sociedad nos sirve para situarnos, crecer y desarrollarnos. Leyes, costumbres, valores culturales no son imposiciones autoritarias —como terminan siendo para los utopistas del “mainstream” ideológico— sino hormas que domestican nuestros atavismos y nos ayudan a humanizarnos.

El conservador —se ha escrito— sabe que “el emotivismo, la razón victimológica, la dictadura de los expertos, los escapes nihilistas o la psicodemocracia que nos clasifica por nuestras patologías identitarias, han sofocado la auténtica condición política del hombre, y transformado el ámbito de la libertad en un entorno totalitario, sometido a las eventualidades de lo políticamente correcto”. Para corregir el rumbo, no pretende volver al pasado o imponer un pensamiento autoritario (de hecho, en esencia se opone a ello) sino, sencillamente, apelar a la naturaleza humana y la libertad.

Ingeniero

@carlosmayorare