La oposición debe renovarse, pero sin dinamitarse

La institucionalidad del país pasa por el hecho de mantener una oposición democrática fuerte y sensata, que garantice el sistema de pesos y contrapesos y el respeto a la Constitución y demás leyes y marcar los pasos del gobierno para asegurar un correcto manejo de la cosa pública.

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13 February 2019

El diputado de ARENA, Arturo Simeón Magaña, pide la renovación de todas las juntas directivas departamentales del partido, como asimismo hace un llamado a los demás diputados jóvenes de todos los partidos para unirse y apoyar programas de beneficio general, dejando de lado recelos y diferencias ideológicas.

Si bien se deben procurar cambios verdaderos para mejorar, no solo en ARENA sino en los demás partidos democráticos, hay que ser realistas y tener el cuidado de no dinamitar estructuras que han trabajado y son vitales, con sus virtudes y sus defectos.

El joven diputado puso gran empeño, mucho trabajo y mucha cabeza para ganar su curul, contando seguramente con el apoyo de las estructuras partidarias y locales; el buen Dios está del lado de los que se encomiendan a él cuando empuñan el mazo...

Pero el derrumbe de los efemelenistas fue resultado de su ceguera y voracidad, de sus ruinosas medidas económicas, de su desenfrenado nepotismo y de su reconocida connivencia con la corrupción. Solo hay que recordar cómo admitieron que le aconsejaron huir a Funes cuando la justicia estaba a punto de procesarlo formalmente por el saqueo de 351 millones de dólares de las arcas del Estado. Y han admitido que los votantes les pasaron la factura por esto.

La institucionalidad del país pasa por el hecho de mantener una oposición democrática fuerte y sensata, que garantice el sistema de pesos y contrapesos y el respeto a la Constitución y demás leyes y marcar los pasos del gobierno para asegurar un correcto manejo de la cosa pública.

Los partidos democráticos deben, como toda institución política o de la naturaleza que sea, reinventarse con el paso del tiempo, pero manteniéndose como defensores de las libertades esenciales del hombre, de la economía de mercado, de los postulados que se plasman en la Carta Magna, en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de la Revolución Francesa y del Acta de la Independencia de los Estados Unidos.

Muchos de esos principios se recogen en la Constitución salvadoreña; lo esencial de ellos se encuentra en parte en el código de Hammurabi de hace casi cuatro mil años, como en el Sermón de la Montaña.

Lo esencial de hacer de la razón y la equidad el fundamento de toda sociedad libre se recoge en las enseñanzas de los filósofos griegos, en el Derecho Romano que al día de hoy —y mientras exista la civilización— guía los fallos de los esclarecidos jurisconsultos de las sociedades contemporáneas.

No podemos perder la

perspectiva y descuidar la

trinchera de la libertad

Los derechos fundamentales del hombre están por encima de lo que parlamentos, grupos políticos, aventureros, dispongan o impongan por la fuerza. Los hombres de bien, los seres racionales y los honestos políticos deben mantenerse en esa trinchera, sea en una sociedad pacífica o luchando hombro a hombro contra dictaduras y contra la estupidez.

No es que la población haya rechazado el bipartidismo o la existencia de diversos partidos en el país, sino que gran parte de nuestra gente está desencantada con los partidos tradicionales, pero eso no significa que perderá la perspectiva y ciegamente irá tras quien le ofrezca el ungüento mágico que todo lo arregla y cura, como el flautista de Hamelin atrayendo a los niños con su instrumento.