Ser músico es una vocación, un privilegio, un don divino

Tocar uno o varios instrumentos, ser un buen violinista, pianista o flautista es resultado de mucho esfuerzo, permanentes prácticas, “oído” y comprensión para las complejas estructuras que tienen las grandes creaciones musicales.

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12 February 2019

Cuenta Alberto Arene que cuando su padre, Nicolás, llegó a El Salvador, un oficial le preguntó cuál era su profesión, a lo que aquél respondió: “músico”, por lo que en la hoja de ingreso escribieron “sin profesión”, vale decir “sin oficio”.

Ser músico, empero, es un privilegio, una vocación que todos envidiamos, un don divino en muchos casos. El legendario Orfeo encantaba hasta las piedras y fue con su embrujo que pudo bajar al Hades, el infierno, a rescatar a Eurídice, su amor.

Niños cantores adornan muchos pedestales de santos en pinturas renacentistas, siendo además coros de ángeles los que rodean el trono de Dios en los cielos...

Tocar uno o varios instrumentos, ser un buen violinista, pianista o flautista es resultado de mucho esfuerzo, permanentes prácticas, “oído” y comprensión para las complejas estructuras que tienen las grandes creaciones musicales.

En una memorable conversación con el gran compositor estadounidense Aaron Coplan (y un impertinente Benny Goodman), nos dijo que cultivar la música como ejecutante o como melómano, prepara a los jóvenes a comprender complejas estructuras intelectuales, con lo cual serán mejores científicos e ingenieros. Y la comprensión de esas estructuras, ir escalando desde la música “pop” hasta los grandes compositores, de Bach a Mozart a Beethoven a Stravinsky a Bartok a Philip Glass, es el sendero que lleva al esplendor del espíritu.

Ya antes el gobierno contrató a un músico alemán, el maestro Enrique Drews, para que diera forma a la Sinfónica. Su legado perduró por decenios y su sangre corre en las venas de muchas apreciables familias del país.

Nicolás Arene era violoncelista, un muy buen violoncelista, formado en conservatorios franceses. Y gracias a esa formación y sus experiencias como estudiante es que comprendía el gran valor que los conservatorios tienen para preparar músicos, para trascender al músico natural, al mariachi que acompaña cantores, a los autodidactos.

El Conservatorio fue

el sueño de Nicolás

Era natural que Nicolás se empeñara en crear un conservatorio en nuestro suelo, o más bien tomar en sus manos una modesta escuela de música, como las que ahora tenemos por incomprensión de los gobiernos, para transformarlo en un semillero de talentos. Se lo propuso, fue nombrado director del Conservatorio durante la presidencia de Óscar Osorio y de inmediato puso manos al proyecto con el cual soñaba.

Nicolás inspiró, con sus ejercicios y ejecuciones, a los maestros y alumnos del conservatorio, organizaba veladas culturales, conciertos en vivo los jueves en canal 2, informaba al público con noticias... el objetivo fue que la gente se interesara, oyera buena música, que pasara por encima de la música popular de radios y fiestas.

El conservatorio murió por la incomprensión del presidente José María Lemus, que dio la dirección a personajes que terminaron sepultando la institución.

Se han hecho esfuerzos para revivir la enseñanza musical en nuestro país, como la orquesta Esperanza Azteca y los grupos de niños y adolescentes, lo que llevó hasta la formación de la orquesta infantil y la juvenil. También destacan iniciativas como la Sinfónica Juvenil Don Bosco, del Padre Pepe Moratalla.

La enseñanza musical en las escuelas vino a menos a causa del desinterés de los sucesivos gobiernos y las depredaciones de las pandillas. La escuela Gamboa, patrocinada por este Diario, es de las pocas donde se enseña música.

Los grandes educadores son los que inspiran, que, como Sócrates, hacen que sus interlocutores descubran algo del superior mundo del espíritu. Uno fue Nicolás.