Hay que reventar la burbuja

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10 February 2019

No ha habido escasez de análisis de los resultados del 3 de febrero, varios acertados en la lectura de que la victoria de Nayib Bukele marca el inicio de una era post-partidista. Por lo menos para los partidos mayoritarios: no dimensionaron la magnitud del hartazgo de la gente al respecto de sus legados de corrupción y clientelismo. No importó a quienes llevaran de candidatos. En la derrota de ARENA y el FMLN el problema no fueron los pilotos, sino los vehículos.

Algo que también reflejaron los resultados del 3 de febrero fue el grosor blindado de la burbuja en la que vive un sector influyente de la población. El hecho de que hubiera quienes se sorprendieron con los resultados, aun cuando la mayoría de encuestas los venían prediciendo por meses, demuestra un nivel de negación brutal ante la realidad, especialmente cuando la realidad no les gusta. Prefirieron por meses cuestionar la estadística que sus propios paradigmas, tachando hechos, medibles y cuantificables, como opiniones. Sobre-estimaron espectacularmente “el trabajo territorial”, repitiendo esas palabras, “trabajo territorial” como mantra, asumiendo que numerosos mítines en todos los rincones del país tendrían un efecto de crear cercanía con la gente que no estaban capturando las encuestas. Ignoraban, quizás por falta de familiaridad con la manera en que ahora se consume la información, que mientras Martínez y Calleja se subían en tarimas a diestro y siniestro, Bukele ya estaba dentro de las casas de la gente, vía Facebook Live.

Le trataron de hablar a los votantes apareciendo en los mismos programas televisivos de siempre, esos que prácticamente sólo ven los mismos analistas políticos que aparecen en ellos, mientras Bukele iba al show de La Choli. En números, el locutor Salvador Alas “La Choli” tiene tres veces más seguidores en Twitter y Facebook que programas como Frente a Frente o Debate con Nacho. Decididamente abarcan demografías diferentes. La demografía de la que depende el futuro del país, esa que nació después de los acuerdos de paz y que no siente reverencia o apego nostálgico alguno ni con la marcha de ARENA o la efigie de Shafick Handal, decididamente no está viendo Frente a Frente, ni esperando con ansias participar en el próximo mitin cercano. Ninguno de los analistas políticos pertenece a esta demografía y parecen no entenderla.

Esa demografía está permanentemente conectada a internet y tiene razones de sobra para estar escéptica de los partidos tradicionales: administraciones pasadas que robaron cientos de millones de dólares, tasas de desempleo y subempleo altísimas, educación pública deplorable, pésimas condiciones en servicios de salud. La posibilidad de alcanzar la movilidad social que permite costear mejores oportunidades educativas y servicios privados de salud simplemente es mucho más difícil para quienes viven en territorios controlados por las maras. Cuando la movilidad social empieza a depender de la suerte más que del esfuerzo, el populismo (sobre todo el populismo que Bukele presentó, filmado en alta definición) es una opción sumamente tentadora, sin importar que se haya filmado con fondos públicos que no se destinaron hacia políticas de desarrollo.

Hay quienes se ofenden ante la observación de que hay una burbuja en que el privilegio desconecta de la realidad. Descalifican este tipo de observaciones como “resentimiento social”, y no como verdad incómoda. Hay que reventar la burbuja. Sus habitantes son quienes se fueron a dormir el 3 de febrero sorprendidos con los resultados, indicando que en su día a día no hablan con personas que piensan diferente porque prefirieron pensar que las encuestas estaban trucadas antes de oír el clarísimo mensaje que tenían. Si no oyen lo que les dicen los votantes (y quienes decidieron ni siquiera ir a votar), ¿cómo pretenden gobernarlos?

Lic. en Derecho de ESEN, con maestría en Políticas Públicas de Georgetown University. @crislopezg