Machaca el fierro mientras está caliente

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01 February 2019

Señoras y señores, finalmente se llegó el día. Mañana —bañaditos y perfumados unos, desvelados y con olor a trabajo de campaña otros— todos iremos a votar. Después de la dolorosa década de los Años Ochenta, las elecciones que ahora tenemos son uno de los actos ciudadanos que mayor respeto debieran merecernos, ¡costaron tanta sangre y vidas! Dato para peques: antes votar no era lo mismo que lo que haremos mañana. La misma diferencia entre pantomima y realidad. Dato para los políticos: parece que los ciudadanos las apreciamos más que ustedes, que se acuerdan de ellas solo meses antes de que se lleguen, ¿inspirados por la “deuda política”, por la posibilidad de mantener o ganar puestos públicos?

Machaco el fierro mientras está caliente, cuando supongo dispuestos y atentos a los electores (que somos todos los mayores de 18 años); expectantes, esperanzados y animosos a los partidarios (que son muchos); cansados, entusiasmados y culillos a candidatos y dirigentes partidarios (que son poquísimos). Permítanme, por favor, una digresión acerca de la palabra culillo: “término técnico que designa el estado emocional que embarga a la persona que enfrenta una situación para la que no anticipa un resultado claro”. Esta definición mía del término me separa del “Real Diccionario de la Vulgar Lengua Guanaca”, estupendo y delicioso trabajo de Joaquín Meza que todo salvadoreño debería tener en su biblioteca. Para esa entrada, Meza escribe: “culiyo/ya, adv. diminutivo de *culo. Miedo, inquietud, preocupación, temor, desasosiego”. Por lo de diminutivo, prefiero escribirlo con “ll”; por deformación profesional y animus jocandi, prefiero mi definición. Fin de la digresión.

Machaco a los poquitos. Por favor, no olviden cómo se sienten el día de hoy: recuerden la sensación de vitalidad, de empatía, de solidaridad que han venido experimentando; recuerden haber pensado “si hubiéramos hecho esto antes, si hubiéramos venido más seguido, si hubiéramos cumplido con aquello”. No lo olviden. Ustedes, los cuatro candidatos, ofrecieron dedicarse a mejorar el país. Se han sentido conectados con la gente que han abrazado, con la que se han tomado fotos, a quienes han sonreído y prometido tanto. Recuerden, en los días por venir, haberse sentido útiles, poderosos, genuinos, apreciados, buenos. Se molestaron con sus estructuras partidarias al darse cuenta de cuán miopemente funcionan: movidas por cálculos electoreros, visitan el terreno solo cuando hay elecciones. Lejos de luces, micrófonos y cámaras, en su intimidad, ¿los emocionó haber tocado las esperanzas y sueños de personas de carne y hueso? ¿Se descubrieron y sintieron salvadoreños, hermanos, humanos?

Tres de ustedes perderán la elección. No se depriman y capitalicen el esfuerzo realizado: es la inversión que nosotros hemos hecho en ustedes cuatro. Dos están pichones; dos, sazones. Desde mañana, los cuatro son machos probados y a todos les queda tiempo para dedicarse a lo que prometieron. Me gustaría conversar con cada uno de ustedes para ver qué aprendieron. Nosotros, los electores, hemos llegado a creer que son aquellos dirigentes tozudos a quienes hay que cambiar (si usted es quien dirige el partido, el desafío es mayor). Acá, en la llanura ciudadana, sí ha habido aprendizajes: sepa quien gane que no le será fácil gobernar espuriamente a este pueblo que ya sabrá cómo controlarlos mejor.

El país requiere partidos democráticos, definidos, ágiles y comprometidos. Que ustedes sean capaces de cambiarlos en lo que haya que cambiar dependerá de qué tanto recuerden sus emociones de estos días. De hoy en adelante, si quieren colarse con dignidad en la historia patria, necesitarán cuatro cosas: a) decisión, para iniciar su gesta; b) definición, para identificar lo que realmente puedan alcanzar; c) inteligencia, para saber dar los mejores pasos y d) huevos… con frijoles, para desayunar a diario y perseverar en su empeño. Suerte mañana.

Psicólogo