Son los innovadores y visionarios los que mueven al mundo

Los gobiernos, al igual que los sectores que influyen en una sociedad, deben promover la inventiva facilitando la formación de nuevas empresas y la aplicación de inventos y tecnologías.

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31 January 2019

Los innovadores son, de acuerdo con lo publicado una vez por el Wall Street Journal, las locomotoras de la historia, los que cambian pueblos, formas de trabajo y civilizaciones. En Estados Unidos, cada año, alrededor de medio millón de personas lanzan sus propios negocios y compañías, amén de que del diez al quince por ciento de la población está compuesto en cierto grado por emprendedores.

Ser el primero en algo es casi siempre la fórmula del éxito, aunque hay empresas que iniciaron nuevas industrias hace menos de tres o cuatro décadas, que subieron a la cúspide del éxito y que ahora o han sido absorbidas por otras o simplemente desaparecieron. Nadie garantiza nada y no existen privilegios que protegen a empresas y familias de otros competidores o de los gustos cambiantes del público.

Se puede decir que el emprendedor nace, que desde la cuna trae las cualidades que se requieren para innovar y triunfar, aunque solo un porcentaje de ellos lo consigue. El inventor del teléfono, el italiano Antonio Meucci, murió en la pobreza, pues Alejandro Graham Bell patentó a su nombre el invento y acumuló una gran fortuna. Pero esa innovación extraordinaria es lo que trazó un nuevo giro a la civilización.

En nuestro país hubo grandes innovadores que fundaron florecientes negocios. El primer banco, el Salvadoreño, fue idea de don Ángel Guirola y don Mauricio Duke, como la industria de los seguros la introdujo, hasta donde sabemos, don Calixto Velado, en los Años Veinte. Y todos conocen que el Capitán General Gerardo Barrios trajo el cultivo del café a El Salvador. Vamos a mencionar el impulso que dieron al periodismo don Napoleón y doña Mercedes Altamirano, como la industria de la televisión de Boris Eserski y las tiendas por departamentos por los hermanos Simán. Don Benjamín Sol fue el primero en mecanizar la agricultura, y Juan Wright, en tecnificar el cultivo del algodón.

Hasta donde se sabe, ningún gobierno inició industria o actividad empresarial, aunque sí le cayeron encima a muchas.

Educar para pensar y crear

La tesis del Wall Street Journal es que los gobiernos, al igual que los sectores que influyen en una sociedad, deben promover la inventiva facilitando la formación de nuevas empresas y la aplicación de inventos y tecnologías a lo que la gente hace y fabrica.

De allí la importancia que tiene estimular la inversión extranjera, no solo porque genera nuevos empleos y aporta capital fresco a los países, sino también por la transferencia de tecnología, de ideas y de visión que representan y el hecho de que vienen a innovar o nuestros hábitos o nuestra manera de ver las cosas o lo que hacemos para trabajar y administrar. De allí también la enorme importancia de la seguridad jurídica, de garantizar al que invierte que nadie va a quitarle lo suyo en ideas, como por desgracia ha sucedido en ciertos campos, uno de ellos el de la generación de energía.

La educación desempeña un papel de gran importancia en capacitar a los potenciales innovadores, suministrarles las herramientas (conocimientos, disciplina, curiosidad y deseo por hacer las cosas de otro modo a lo convencional) que permiten a los estudiantes, cuando llega el momento, aprovechar aquello que “Dios da y que Salamanca no presta”.