El arte de mentir

descripción de la imagen

Por

30 January 2019

Estamos a pocas horas de las elecciones presidenciales. Han sido más de cuatro meses de larga campaña electoral, en la que han abundado las falsas poses, abrazos y sonrisas, muchas promesas vagas más que propuestas concretas, pues es vago aquello que por más que puedan explicar, no saben a ciencia cierta cómo financiar; sin faltar el humor negro –a veces campaña sucia– de la sátira política; mensajes personales directos, unos infundados, otros merecidos, pero sobre todo, abundaron las mentiras.

Nicolás Maquiavelo, el gran escritor, filósofo y diplomático florentino, hace más de cinco siglos concibió que la política era el arte de lo posible y, para lograrlo, resultaba a veces ser también, el sutil arte del engaño. Engañar no porque sí, sino en tanto le fuera necesario al príncipe, para conservar o adquirir el poder. No sustentaba, sin embargo, con lo debatible que su pensamiento resulta para muchos, caer en la innecesaria, vulgar y recurrente mentira. Por eso es que a él se le atribuye ser uno de los padres “de la noble mentira”.

A Voltaire, gran filósofo francés del siglo XVIII, por otro lado, se atribuye la frase: “La política es el arte de mentir a propósito”. Mentir, según la Real Academia Española, significa: decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, cree o piensa. Se miente entonces, a propósito, en una contienda electoral, cuando no excepcional, sino intencional y reiteradamente se recurre al engaño como medio idóneo para cautivar y atrapar al votante. Es una mentira, entonces, la falsa imagen personal y familiar, el eslogan contagioso, la falsa bandera, los mensajes fabricados, las falsas apariencias y las “fantásticas” propuestas.

Todos los candidatos, vamos a decirlo claramente, poco o mucho nos mienten. La política y la mentira son como dos primas hermanas; pero hay entre los candidatos en contienda, uno que destaca, con corazón rojo, partido naranja, pero bandera celeste, que representa sin dudarlo, una mentira completa.

A la gente, por décadas, se le ha mentido. Y aunque no vamos a negar que El Salvador de hoy, pese a todo, no es el mismo que el de los años 80, aun la deuda con la población es muy grande. Los gobiernos de los últimos 15 años lograron colmarle la paciencia. Las encuestas de los últimos dos años revelaron la necesidad mayoritaria de un cambio; pero la gente debe entender que no podemos recetarnos cualquier cambio. No podemos decidir castigar, autocastigándonos. No debe ser la medicina, mucho peor que la odiosa enfermedad.

Ya tuvimos tres presidentes procesados penalmente, uno falleció antes de ser juzgado, el siguiente, recientemente condenado, y otro, twiteando con whisky aunque prófugo. Saca y Funes, a base de carisma y promesas, lograron conectar con la gente y todos sabemos ya cómo terminaron tales cuentos. Luego vino otro presidente, que “profundizaría los cambios que quedaron pendientes”, pero su característica han sido los “memes”, la falta de liderazgo y que siempre estuvo ausente.

Los cuatro candidatos han expuesto sus propuestas. En términos generales, muchas coinciden entre sí, menos las propuestas copy-paste. Pero es que no hay que ser tan inteligente para entender, que las prioridades del país son, reducir la violencia, controlar los territorios y por fin brindar seguridad a la gente; combatir la corrupción e impunidad; facilitar las condiciones para más inversión, y con ello, lograr más y mejores empleos; y mejorar el acceso y calidad de los servicios básicos, salud y educación. Cómo lograrlo es lo que hace creíble y diferencia a las propuestas.

Tiene cuatro opciones. Escoja la que perciba más sincera o, la que menos le mienta, pero piense y vote. No se deje engañar por el gran ilusionista. Ya lo dijo Abraham Lincoln: “Es posible engañar a unos pocos todo el tiempo. Es posible engañar a todos por un tiempo. Pero no es posible engañar a todos todo el tiempo”. No se permita cinco años de un largo desengaño.

Abogado y Notario