Juventud rebelde

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24 January 2019

El 1 de octubre de 1949 Mao Tse-Tung proclamó la creación de la República Popular de China. El país estaba devastado luego de la seguidilla de conflictos internos tras la caída del imperio, y de los desmanes provocados por la invasión japonesa.

Mao, un líder carismático, comenzó con las transformaciones. Impulsó la reforma agraria que llevó a colectivizar a la sociedad. El siguiente paso era industrializar a China. Inspirado en el modelo soviético, en 1958 comenzó con el proceso conocido como el Gran Salto Adelante.

Fue un fracaso. La hambruna mató a decenas de millones de personas. Mao fue depuesto por el partido y la presidencia pasó a ocuparla su compañero, Liu Shaoqi.

Shaoqui comenzó una serie de reformas económicas para salir de la crisis en que les había metido el capricho planificador de Mao. Volvió la propiedad privada y se comenzó a liberalizar la economía. Mao se mantuvo como presidente del Partido Comunista, pero esperaba su momento en las sombras.

En 1965, Mao llamó a la movilización contra Shaoqi y sus burgueses reaccionarios. El carismático líder encontró una base social que le sería útil en su conspiración para regresar al poder: los jóvenes.

Les azuzó para que se levantaran contra el gobierno de Liu Shaoqi. La rebelión juvenil se organizó en los llamados Guardias Rojos. La Revolución Cultural había iniciado.

Las hordas de jóvenes que seguían ciegamente a Mao comenzaron un régimen de terror en toda China. El objetivo de esa masa juvenil, empujada por Mao, era cortar radicalmente con el pasado. Lo único que debía importar ahora era la lealtad a Mao. Adorarle.

Todo conocimiento era rechazado. El saber que necesitaba un chino estaba compilado en un panfleto con citas y discursos del nuevo mesías de la juventud: El libro rojo de Mao. Era obligatorio llevarlo en todo momento.

Los jóvenes lincharon a los intelectuales, políticos y hasta a sus propios padres. Destruían todo el patrimonio histórico que encontraban a su paso. Millones de jóvenes chinos pusieron su rebeldía juvenil a las ordenes de Mao. Sin ellos él nunca habría regresado al poder.

Una vez se sentó de nuevo en el trono, las Guardias Rojas continuaban con su apasionada revuelta social. Pero el fin para el que Mao les había usado ya se había cumplido. Ahora le resultaban incómodos. Mao apagaría el fuego juvenil que él mismo encendió.

Primero les lanzó al ejército para que volviera el orden social. Luego encontró una manera más efectiva: los volvió esclavos.

Con la excusa de que los jóvenes de la ciudad se habían alejado de los valores comunistas y se aburguesaban, les obligó a emigrar al campo. Millones de jóvenes abandonaron sus hogares y fueron forzados a trabajar la tierra.

Las aspiraciones de estudiar o desarrollarse de millones de chinos fueron truncadas por el líder a quien tanto habían defendido. Mao solo les había utilizado. Esa fue la generación perdida.

La rebeldía juvenil es necesaria para enfrentar el anquilosamiento que nos contamina a los viejos y adultos. Es una fuerza poderosa que en la historia ha provocado importantes transformaciones. Y es precisamente por ello que siempre han existido líderes inescrupulosos que son muy hábiles en seducir e inspirar a los jóvenes, pero, en realidad, simplemente ven en ellos a tontos útiles con quienes pueden alcanzar sus objetivos personales.

Una nación necesita de una juventud rebelde. Jóvenes pasivos son el síntoma de una sociedad muerta. Pero esa rebeldía juvenil debe ser, por sobre todo, crítica con los líderes que pretenden seducirles. De lo contrario, por mucho que griten, solo serán dóciles borregos.

Abogado

@dolmedosanchez