Nueva carta para Nayib Bukele

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23 January 2019

Estimado oligarca:

¿Qué es esto de ser oligarca y pretender luchar contra la oligarquía, esto de luchar contra los privilegios sin renunciar a los privilegios, esto de luchar contra los mismos de siempre apoyándose en los mismos de siempre, esto de pedir que devuelvan lo robado mientras robas la autoría de ideas ajenas para tu plan de gobierno ¿Por casualidad no usas el zapato derecho en el pie izquierdo y viceversa? Si vas a jugar al mesías y a exigir que “los que tienen más, paguen más”, entonces “ve, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres”, pero no quieras confiscar lo ajeno sin deshacerte de lo propio, que eso no es generosidad, es cinismo, y además, una mala costumbre de los déspotas de todos los tiempos.

Dos cosas se precisan para dirigir un país: honestidad y capacidad. Respecto de la capacidad no sé si coincidirás conmigo en que alguien que abandona sus estudios de derecho y de economía quizá no sea el mejor prospecto para un cargo que requiere sólidos conocimientos precisamente de leyes y economía. No es extraño, con semejantes deficiencias, que se te ocurra tener dos aeropuertos en un país con “trescientos kilómetros de diámetro” y que en tu afán totalitario se te olvide a menudo la división orgánica del Estado y quieras juzgar, legislar y administrar, todo a la vez como si este fuese un feudo y no una República. ¿Qué capacidad puedo esperar de alguien que le tiene ojeriza a los debates y que tiene que usar iPad y teleprompter para decir algo coherente? Quien teme confrontar sus ideas confiesa no creer en ellas. No crees ni en tu propia capacidad, ¿y aún te atreves a esperar que lo hagamos nosotros? Lamento tener que pedirte cordura a pesar de ser más joven, pero con transmisiones de Facebook desde “el sillón de Bonaparte” no se resuelven los problemas del país. Esta es una campaña presidencial, no un festival de youtubers.

Respecto de la honestidad, no lo sé, tú dime qué honestidad puedo esperar de alguien que descubrió que su partido “era corrupto” justo cuando le negaron participar en las presidenciales; que es “cómplice hasta que le niegan el botín”; qué honestidad esperar de alguien que un día dice que es de izquierda radical y al día siguiente se postula por el engendro político más nefasto de la derecha y lo pinta de color turquesa (“mismo producto, nueva presentación”); qué honestidad puedo esperar de alguien que tiene las redes sociales inundadas de cuentas falsas y que no se hace responsable de los desmanes de sus seguidores; que acusa a otros de cometer actos de corrupción en Twitter, como si Twitter fuera el órgano público encargado de la persecución del delito, como si la calumnia fuera motivo de orgullo y no de reproche. ¿Qué honestidad puedo esperar de alguien que tiene sendos expedientes con la justicia y la administración pública? ¿Qué honestidad esperar de alguien que niega hasta el credo? ¿Qué honestidad se puede esperar de alguien que ha conseguido su caudal político radicalizando a sus seguidores con discursos de odio y desconfianza hasta llevarlos al sabotaje de las instituciones del Estado y al desprecio por las leyes de la República, insinuando fraudes al estilo de “nada me parece justo en siendo contra mi gusto”? ¿Qué integridad esperar de alguien cuyo pasado esconde?

Como diría Confucio: si no sabes gobernarte a ti mismo, ¿cómo sabrás gobernar a los demás? Si no tienes ni la honestidad ni la capacidad para dirigir a un país, te pregunto enfática y categóricamente: ¿para qué pretendes ser Presidente de la República? ¿Piensas prestar juramento con una mano en la misma Constitución de la que te estás burlando? Te daré nuevamente el consejo de Gepetto: “Pinocho, deja el circo y ve a la escuela”.

Egresado de Licenciatura

en Ciencias Jurídicas