Despenser el Joven

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16 January 2019

Despenser el Joven vio como Piers Gaveston, cautivando al rey Eduardo II de Inglaterra, logró manipularle a su gusto.

Despenser el Joven intentaría repetir la receta. Se ganaría la confianza del monarca del mismo modo que Gaveston: metiéndose en la cama real. Pero si quería morir viejo, rico y poderoso, debía ser más audaz que Gaveston. En esos días este yacía enterrado en algún lugar con la cabeza mal cosida a su cuerpo.

Tras ganarse la pasión del rey, Despenser el Joven y su padre (Despenser el Viejo) comenzaron a explotar sin empacho los favores que el monarca les proveía. El poder y riqueza de los Despenser fue creciendo aceleradamente en la isla. El favorito del rey creyó que el poder era perdurable, y comenzó a abusar de él.

La crueldad y los abusos de los Despenser llevaron a un grupo de nobles a rebelarse. Finalmente, en agosto de 1321 el parlamento demandó el exilio del hijo y su padre.

Pero eso no amainó la ambición de los Despenser. Apenas en octubre regresaron a Inglaterra.

Despenser el Joven volvió a manejar el poder regio desde la cama de Eduardo II. Pero en lugar de hacerlo humilde y magnánimo, lo hizo con mayor crueldad y tiranía. Lo ocupó para vengarse de quienes habían conspirado para su caída.

Mientras tanto, en ese nudo de intrigas Eduardo II y los Despenser cultivaron a una enemiga que acabaría con ellos: la reina.

Isabel llevaba años soportando estoica y en silencio las humillaciones que le causaba la desvergüenza de su marido. Pero la reina, una mujer inteligente, logró engañar a su propio rey con una hábil jugada de ajedrez.

Persuadió a Eduardo II para que le permitiera que su hijo, el heredero de la corona inglesa, le acompañara a visitar a su hermano, el rey de Francia. Del otro lado del mar, y ya con el heredero en su poder, Isabel comenzó a conspirar para derrocar a los Despenser y a su marido.

Dicen que Eduardo II cenaba animosamente con Despenser el Joven cuando le llevaron la noticia de la traición. El rey se desmayó en los brazos de su favorito.

En 1326 Isabel desembarcó en las costas de Inglaterra con un pequeño ejército. Rápidamente unió a su causa a distintos sectores del reino. La caída de Eduardo II y los Despenser ocurrió súbitamente. El rey fue obligado a abdicar y pasar la corona a su hijo de once años. La reina sería la regente.

Despenser el Viejo terminó en la horca. Mientras tanto Despenser el Joven tuvo un grotesco final. Ni George R.R. Martin en Canción de Hielo y Fuego (Juego de Tronos) se ha atrevido a matar a uno de sus personajes de la manera en que asesinaron al favorito de Eduardo II. Me reservo la descripción de lo que hicieron con Despenser el Joven para que esta columna pueda ser publicada en horario familiar.

El poder es efímero y volátil. De haberlo sabido Despenser el Joven, lo habría manejado con prudencia y sabiduría. Otro final habría tenido, y la historia no le recordaría como el cruel villano que fue.

En la historia de Despenser el Joven encontrarían buenas lecciones quienes, a escasos días de las elecciones, se atropellan entre sí para alcanzar el favor de los candidatos presidenciales. Pero si eventos del Siglo XIV les parecen poco aleccionadores por su lejanía, a la vuelta de la esquina tienen un ejemplo más vulgar: el trágico destino que hoy sufre quien, otrora muy poderoso, fue el favorito de un expresidente en el exilio.

Abogado

@dolmedosanchez