(Des)Información deliberada (II)

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11 January 2019

Los alcaldes de 17 municipios ubicados en seis departamentos del país recibieron una orden clara: desmentir la supresión de unidades, clínicas y puestos de salud, como se había divulgado en las noticias en enero de 1966. El emisor era el ministro del Interior, el coronel Fidel Sánchez Hernández, quien sería electo presidente de la República, un año después.

La orden incluía llegar al fondo del asunto, como lo consignó El Diario de Hoy en la edición del 7 de enero de aquel año bajo el titular “Interior Investiga Quién Propaga Noticias Falsas” (en esos días, se colocaba inicial mayúscula en casi todas las palabras).

La figura de las llamadas noticias falsas, entonces, no necesariamente es nueva. Pero en tiempos de internet ha sido motivo de análisis hasta cómo llamar al fenómeno. Por eso se habla de desinformación deliberada, atentado a la verdad, post verdad. De todas formas, el impacto de la información que no cumple con estándares mínimos es muy fuerte, porque llega a más gente con más rapidez que la verdadera. Su efecto es más pronunciado en las noticias de carácter político.

Uno de los mecanismos más comunes es la difusión de rumores en redes sociales, que constan de muchas cascadas con un patrón de propagación de rumores que muestra una cantidad de réplicas ininterrumpida, con un origen común.

Una reciente investigación del Instituto Tecnológico de Massachusetts, (MIT por sus siglas en inglés) concluyó que las informaciones falsas reciben 7 de cada 10 retuits que las veraces. En 126 mil afirmaciones difundidas en Twitter entre 2006 y 2017 los investigadores hallaron que las mentiras ganan, porque causan respuestas de temor, indignación y sorpresa.

Hay muchos ejemplos que ilustran la gravedad de la situación de las respuestas que genera la desinformación en la era digital. En un pueblo de México dos hombres fueron quemados vivos luego de que en un mensaje en WhatsApp se dijera que eran secuestradores de menores. En Colombia, un hombre murió y dos más fueron heridos de gravedad al ser linchados porque se les atribuyó el supuesto secuestro de un niño en una zona popular de Bogotá en cadenas de mensajes.

La investigación del MIT reveló también que los sujetos, personas de carne y hueso, y no los robots que operan en internet, los que más retuitean noticias imprecisas y distribuyen las informaciones falsas. El asunto se agrava porque la inteligencia artificial permite crear videos y audios completamente editados; es posible hacer videos falsos de personalidades públicas y famosas diciendo y haciendo cosas que nunca harían en la vida real; son los llamados “deep fake”, que pueden afectar la confianza en contenidos informativos legítimos.

La British Broadcasting Corporation (BBC) identifica varias acciones concretas para identificar la desinformación: verificación, el desmentido de las noticias falsas, la transparencia y la educación sobre los medios. A los generadores de contenidos recomienda contactar a la fuente original de la noticia. En la práctica es un asunto de responsabilidad.

Desde el lado de la audiencia, es importante que haya mayor sentido crítico ante las publicaciones. La red ética de la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano plantea que los lectores no deben propugnar por un periodismo independiente y de calidad que diga de una forma verídica, contrastada e imparcial exactamente lo que yo quiera oír.

Llegados a este punto, es importante recordar el concepto de desinformación adoptado por la Relatoría de Libertad de Expresión de la OEA: diseminación masiva de información falsa que se hace a sabiendas de su falsedad y con la intención de engañar al público o a una fracción de éste.

Periodista