El privilegio de aplicar tests de pureza

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06 January 2019

Hoy sí, tras cerrar las fiestas navideñas y de fin de año, en El Salvador ya estamos a nada de las elecciones presidenciales. A estas alturas, la mayoría de gente con un índice saludable de participación cívica tiene, por lo menos, una vaga idea del voto que van a emitir y de las razones que lo motivan. La mayoría de personas motivan su voto con base en las opciones disponibles, pensando en las consecuencias futuras y tomando en consideración los elementos del pasado, pero siempre con base en lo que consideran mejorará sus circunstancias personales y las de sus familias.

Hay otros —y estos son los que no termino de entender— que motivan su voto con base en lo que en política estadounidense llaman el “litmus test” o estándares de pureza que esperan de sus candidatos. Digo que no los termino de entender, quizás porque nunca he estado en esa situación de privilegio espectacular en la que mis circunstancias (económicas, sociales, o de seguridad personal) son tan, tan buenas que no se ven afectadas por el gobierno de turno. Privilegio espectacular (por que la otra opción es crudamente, fanatismo ciego) es lo único que explica a quienes pueden darse el lujo de decidir no votar a menos que los candidatos sean la reencarnación del mismísimo Gandhi.

La realidad es que es saludable no compartir al ciento por ciento la visión de políticas públicas de ninguno de los candidatos. Es saludable porque obliga a cambiar la perspectiva y enfocarla hacia la visión de país. Obliga a comparar candidatos y contrastar todas las opciones —si lo hacemos con cosas tan triviales como modelos de televisor antes de comprometernos a comprar, lo mínimo que se espera de un ciudadano responsable sería aplicar tan siquiera el mismo cuidado con el voto. Obliga a la empatía, a pensar cómo la mayor parte de las políticas afectarán a la mayoría de salvadoreños cuyas condiciones no son de privilegio. Este tipo de ejercicio para la motivación del voto es valiosa también, porque puede traducirse en exigencia de rendición de cuentas en los temas en los que no se coincide del todo y resultar en una mayor participación cívica más allá de solo ir a las urnas.

Pero la motivación superficial basada en que los candidatos y sus equipos pasen tests absurdos de pureza que pocas personas de carne y hueso aprobarían sin hipocresías es la antítesis de un voto motivado y responsable. Por ejemplo, me he encontrado con más de un caso en el que potenciales votantes dicen que no acudirán a las urnas porque consideran que ningún candidato entre todas las opciones es lo suficientemente antiaborto para merecer su voto. En este ejemplo el test de pureza que pretenden exigir de los candidatos y sus compañeros de fórmula, es la absoluta condena al aborto. Quienes emplean este test de pureza consideran que con este tipo de compromiso radical están salvando vidas. Se les olvidó en el camino que en nuestro país, la premisa de que la vida comienza desde la concepción ha sido elevada a principio constitucional. Aplican su test de pureza en las elecciones presidenciales como si no importara que la Constitución solo puede reformarse con dos Asambleas, por lo que importa menos lo que opinen los candidatos a la presidencia o vicepresidencia en una república donde existe la división de poderes y en la que del órgano Ejecutivo dependen otras políticas de vida o muerte, como la seguridad nacional en un país en que las cifras de homicidios diarios tienen dobles dígitos.

Presumen de rectitud de principios, pero en realidad están abdicando su deber como ciudadanos responsables. Tienden a ser también la gente cuyo patrimonio, dirección residencial, o capacidad financiera les protege de las políticas, historial de corrupción, falta de capacidad para manejar la inseguridad, o tendencias autoritarias del candidato que llegue a presidente. Así, cualquiera.

Lic. en Derecho de ESEN, con maestría en

Políticas Públicas de Georgetown University.

@crislopezg