La Epifanía del Señor

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05 January 2019

La Navidad, tan esperada en el mundo entero por creyentes y no creyentes, no ha finalizado. Su celebración no es solo el 25 de diciembre. Es todo un proceso que finaliza con la fiesta del Bautismo de Jesús. Durante este tiempo la liturgia nos hace contemplar a Dios en la ternura de un Niño que desde el pesebre nos habla de amor, pobreza y humildad para enseñarnos que la felicidad no se encuentra en la abundancia de bienes.

Aunque Jesús se dio a conocer en diferentes momentos de su vida aquí en la tierra a diferentes personas, la Iglesia celebra con especial interés tres manifestaciones importantes: Su Epifanía ante los Reyes Magos (Mt 2, 1-12); su Epifanía a San Juan Bautista en el Jordán y su Epifanía a los discípulos en el Milagro de Caná.

Tradicionalmente cada 6 de enero, o el domingo más cercano a esta fecha, la Iglesia celebra la Epifanía del Señor ante los Reyes Magos de Oriente, que guiados por una estrella vienen de tierras extrañas a buscar al “rey de los judíos”. No se sabe con certeza cuántos eran. En la Biblia no encontramos los nombres de estos personajes. Baltazar, Melchor y Gaspar son nombres dados por la tradición. San Mateo (Mt 2,1) dice que fueron sabios del Este, se podría pensar en Arabia, Mesopotamia o quizá algún lugar al este de Palestina. Los regalos que ofrecen al recién nacido son muy significativos: “oro” que solo se ofrecía a la realeza, “incienso” que simboliza la divinidad, y “mirra”, que indica su humanidad.

La estrella que guio a los magos fue una buena señal del cielo. El profeta Isaías, usando un lenguaje muy poético, anuncia al mundo la alegría de la salvación de todos los pueblos: “Levántate, Jerusalén, que llega tu luz, sobre ti amanecerá el Señor”. Vendrán a ofrecer regalos. El salmista añade: “Se postrarán ante Ti, Señor, todos los reyes de la tierra”... vendrán desde lejos —Tarsis, Saba, Arabia— a ofrecer sus dones al rey.

Creo que a nosotros no nos interesa saber cuántos eran los Magos o de dónde venían, nos interesa tener una actitud de acogida al misterio que celebramos, apertura a la luz que nos llega, ya que Dios nos llamó “de las tinieblas a su luz admirable”. El destino final de la humanidad es encontrarse con Cristo, luz de luz. La salvación es para todos. “En estos Magos, representantes de religiones paganas de pueblos vecinos, el evangelio ve las primicias de la naciones que acogen, por la Encarnación, la Buena Nueva de la salvación” (CCE 528). Es una celebración que nos recuerda la universalidad de la salvación, ya que Dios quiere que los hombres de todos los pueblos, razas y naciones se salven. Es una invitación directa a no encerrarnos en una sola creencia, se nos pide tener una visión amplia de la salvación querida por Dios, tener espíritu misionero con mente abierta y corazón tolerante, solidario y comprensivo con todas las opiniones y culturas religiosas. Ese fue el ejemplo de Cristo como modelo de maestro y modelo de acogida a todos. Los magos se pusieron en camino para buscar la luz y la verdad, sintieron la llamada de Dios y vencieron con su fe las distancias y los problemas que encontraron. También nuestra fe cristiana es camino y búsqueda de la verdad.

Sacerdote salesiano