El título de esta columna hace honor a la obra póstuma del escritor y filósofo universitario italiano, Umberto Eco, titulada “De la estupidez a la locura. Crónicas para el futuro que nos espera”, brillante recopilación de artículos publicados sobre todo en la prensa Italiana, entre los cuales, como anillo al dedo, he escogido para estas líneas, el primero de sus editoriales: La sociedad líquida.
En dicho artículo, el autor reconoce a Zygmunt Bauman la idea de una “sociedad líquida”, concepto que empezó a perfilarse con la llamada corriente del posmodernismo, término al que se define como un comodín que puede aplicarse a multitud de fenómenos, desde la literatura, el arte, la filosofía y hasta la política.
El posmodernismo es un movimiento surgido a finales del siglo XX que en general puede decirse, se asocia al culto a la individualidad, al relativismo y el rechazo al racionalismo. Este movimiento es una supuesta superación a la época de la modernidad, a la que se le atribuye haber fracasado en la tarea de renovar las diferentes formas de pensamiento. Por ello es que el desencanto y la apatía surgen como fruto de esta nueva forma de pensar.
La posmodernidad da lugar a que los grandes líderes cedan frente a figuras de una fama efímera. Se privilegian las formas sobre el contenido. Importa más el cómo se transmite un mensaje que el mensaje mismo. El lenguaje es la clave de la verdad. La realidad es la percepción que de ella tenemos. Hay una preeminencia de la imagen de los “líderes” por encima de sus ideologías. Friedrich Nietzsche, filósofo alemán –adelantado a su tiempo– se considera uno de los grandes sustentadores de las ideas de este movimiento.
Umberto Eco sostiene, que tal posmodernismo ha representado una especie de trayecto de la modernidad a un presente todavía sin nombre. Dentro de este presente se puede incluir la crisis del Estado, y con ello ha devenido la crisis de las ideologías y los partidos políticos, y en general, la crisis de toda apelación a una comunidad de valores que permitía al individuo sentirse parte de algo que interpretaba sus necesidades.
Esta crisis provoca que todo se disuelva en una especie de licuación, por lo que ahora vivimos en una sociedad líquida, sin sustancia, donde lo que importa no es el ser, sino el aparecer. Esto impregna por supuesto al sistema de partidos, los cuales a decir de Eco, y con toda razón, son vistos por muchos como “taxis a los que se sube un cabecilla o un capo mafioso” con el único fin de conseguir y controlar votos.
Dentro de esta sociedad líquida, a pesar de todo, surge un movimiento de indignación, con el vicio de origen de que en tal movimiento, sus miembros sí saben lo que no quieren, pero no saben lo que quieren. Y es en este fértil terreno, donde la indignación de aquellos que se sienten defraudados por los hechos e ideas del pasado, es fácilmente manipulable por hábiles engañadores, con mentalidad altamente individualista, quienes explotan no la razón sino la emoción de dichas masas frustradas. Una vez capturado el sentimiento, éste ya ha sustituido al pensamiento.
El Salvador, tras sus últimos 35 años, ha transitado mayoritariamente por duras y costosas decepciones. El desencanto político actual es fruto del desastre económico, moral y social de por lo menos, los últimos 20 años. Hemos vivido periodos repetidos de una profunda estupidez. La pregunta ahora es: ¿Estamos por dar el salto, decepcionados con razón pero carentes de cordura, pasando muy pero muy pronto, de la estupidez a la locura?
Abogado y Notario