Levantando el techo del crecimiento

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27 December 2018

El Gobierno de Estados Unidos ha anunciado la asignación de más de $5,000 millones al Triángulo Norte para levantar de una manera permanente la capacidad de crecimiento de las tres economías, de tal manera que se desincentiven las migraciones ilegales a ese país. El efecto que esta enorme cantidad puede tener en el desarrollo de estos países puede terminar siendo totalmente nulo o totalmente exitoso, dependiendo de las prioridades que guíen su asignación. Dos elefantes blancos ahora pesando sobre la economía del país —el Puerto de La Unión y la carretera del Norte— proporcionan ejemplos tristes de cómo buenas intenciones de la cooperación externa pueden resultar en fracasos monumentales.

El Puerto costó más de $200 millones que en una parte hay que pagar al Gobierno de Japón mientras que en la otra parte ya se pagó en los costos de contrapartida que tuvo que poner el gobierno durante la construcción. Hasta el momento, el Puerto no ha generado un solo dólar para pagar estos costos. El gobierno salvadoreño está ahora tratando de venderlo o darlo en concesión a China en un trato que probablemente va a salir más caro que tenerlo sin uso, como ha estado ya por varios años. La carretera del Norte, que se esperaba contra toda esperanza que desencadenara el desarrollo del norte del país, no ha logrado nada de eso y se ha convertido en una carretera que nadie usa, pero que hay que mantener. Ningún posible emigrante ha sido detenido en su emigración por estos proyectos.

Con todo y que fueron fracasos, estos proyectos no han sido los más inútiles de los últimos años. Hay muchos proyectos que han fondeado el subsidio del consumo y no han dejado nada de beneficio a los que los recibieron. El costo de estos subsidios es gigantesco, excediendo los $2,000 en un período presidencial (equivalente a construir diez puertos de la Unión). Con esta cantidad podría cambiarse el destino del país. Sin embargo, este costo gigantesco no deja nada duradero a sus beneficiarios o al país y ni siquiera se sabe qué fue lo que subsidiaron, ya que el subsidio de un producto no necesariamente se traduce en mayor consumo de ese producto sino en liberar fondos que el beneficiario iba a usar para comprar dicho producto y permitirle así poder comprar otro, como ir al cine.

Estos fondos deberían asignarse a actividades que puedan aumentar permanentemente nuestra capacidad de desarrollarnos, levantando el techo que restringe nuestra tasa de crecimiento —y que lo dejen levantado de allí en adelante—. Esto solo puede lograrse invirtiendo en capital humano, cuyas deficiencias actuales son el obstáculo más grande para crecer en el mundo de la economía del conocimiento. Hay dos proyectos que pueden causar ese salto de calidad que nos permitiría acceder al desarrollo. El primero sería invertir en la generación que está naciendo ahora para que gocen de una salud y una educación consistente con la de un país en franco desarrollo. Este esfuerzo en crear una primera generación desarrollada es factible y nos llevaría en dos o tres décadas al desarrollo sostenible. Esta estrategia, sugerida por la oficina local de Unicef, sería similar a la seguida por los países nórdicos y los países más exitosos de Asia.

Este proyecto debería complementarse con un plan de inversión en la educación de adultos en instituciones de primer mundo para que nuestra población actual pueda integrarse a la economía del conocimiento. Esto no implica educar físicos especializados en cohetes, sino personas que puedan acceder al conocimiento para enriquecer la producción en todas las actividades corrientes en nuestro país— en la agricultura, la industria y los servicios. Como Edward C. Prescott, Premio Nobel de Economía, lo ha demostrado fehacientemente, las diferencias en la productividad del trabajo, que son el origen de las diferencias en la riqueza de las naciones, dependen del uso correcto de conocimiento libremente obtenible en nuestro mundo conectado. Con estos dos proyectos cubriríamos el corto y el largo plazo de una verdadera estrategia de desarrollo. Si logramos que nuestra población aprenda a usar el conocimiento en la producción entraremos al proceso del desarrollo, y la gente preferirá quedarse a vivir aquí en vez de irse a países desarrollados.

Máster en Economía

Northwestern University.