Hace menos de una semana, la revista electrónica Factum publicó una grabación en la que se escucha a Mauricio Funes y Antonio Saca planificar su estrategia de ataque en contra de Francisco Flores (ya fallecido). La conversación, en la que también figuran los más fieles operadores políticos de los exmandatarios, transporta a quienes la escuchan a los rincones más oscuros de la política salvadoreña.
Algunas personas opinan que el audio no revela nada alarmante, ni fuera de lo común. Su argumento principal es que lo que se escucha es a un presidente consultarle a su antecesor cómo enjuiciar a un exfuncionario corrupto contra quien la Fiscalía no quiere actuar. La culpabilidad o inocencia de Francisco Flores, no obstante, es irrelevante al momento de la grabación, ya que no se había establecido en juicio y, por lo tanto, gozaba de la presunción de inocencia que confieren las leyes en nuestro país. La conversación entre Funes y Saca, en consecuencia, nos permite establecer qué tan lejos llegaron estos personajes para cuidar sus intereses particulares, utilizando recursos estatales para dañar a un adversario político.
Funes y Saca, según lo que se escucha en la grabación, son culpables de dos cosas: la comisión de ilícitos y el uso antojadizo e indebido de instituciones y recursos públicos. En el audio se escucha a ambos debatir sobre cómo sobornar a un fiscal auxiliar para que les proporcione información sobre una investigación activa contra Flores. La ley es clara en proscribir esto. Los fiscales tienen una prohibición legal que les impide revelar datos de casos en investigación. Funes y Saca, por lo tanto, si lograron concretar sus planes de sobornar al fiscal Diego Escobar para que les entregara esa información sobre Flores, tienen, de entrada, una responsabilidad penal. Falta, además, determinar si sus actuaciones llevaron inequívocamente a la muerte de Francisco Flores. Allí el escenario se agrava drásticamente y se amplía aún más su responsabilidad penal.
Según la grabación, para Funes y Saca disponer de recursos estatales para sus propios intereses no era nada fuera de lo común. Discuten en tono casual, sin titubear, cómo pagar miles de dólares para negociar publicaciones en contra de Flores en el extranjero, “absorber” al fiscal que pretendían sobornar y enviar a personal policial a Estados Unidos para conseguir información fuera de los canales regulares, todo para atacar mediáticamente a Flores. Es evidente que a ninguno de los que figuran en la conversación le preocupaba instrumentalizar instituciones públicas o tomar fondos del Estado para financiar operaciones políticas.
Al escuchar la grabación, la gente se transporta a ese momento en que Funes, Saca y su séquito dispusieron del poder y los recursos del estado para atacar a un adversario político. El constante rechinar del hielo contra el cristal, por ejemplo, permite al ciudadano común trasladarse a ese salón inundado de humo de habano, aroma a licor e intenciones perversas. No cuesta imaginarse a los protagonistas desparramados en cómodos sillones, articulando sus ideas con ojos vidriosos y otros síntomas de embriaguez. La animación que agregó la Revista Factum al audio facilita que el ciudadano se imagine en el lugar, volteando la cabeza cada vez que alguien toma la palabra en la conversación.
El audio jugará una función importante. Ahora, siempre que se hable de corrupción o sobre los personajes que figuran en la grabación, todos recordaremos el rechinar del hielo y la cotidianidad con que se discutía sobornar, instrumentalizar instituciones estatales y disponer de fondos públicos. Este recordatorio nos compromete a luchar y presionar por la elección de funcionarios íntegros, alejados de las redes de corrupción, y por instituciones públicas fuertes, inmunes a las manipulaciones políticas.
Criminólogo
@_carlos_ponce