Redención de faltas y el milagro de la vida

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21 December 2018

Me alegró saber que una joven acusada de intentar matar a su hija recién nacida fue puesta en libertad.

No soy quien para juzgarla ni apruebo la impunidad, pero entiendo que ella admitió un delito menor, le hicieron un proceso abreviado y finalmente el juez decidió absolverla, con lo cual recuperó su libertad, espero, para que pueda querer y cuidar a su hija.

Lo que no me agradó fue la serie de informaciones confusas y algunas con evidente manipulación, juegos de palabras, retruécanos y medias verdades, que argumentaban que la muchacha no había cometido un delito, sino que ella era la víctima de la legislación antiaborto.

Los titulares iban desde afirmar que estaba presa porque había intentado abortar hasta casi decir que ella era víctima del sistema porque la castigaba pese a que había sido abusada por su padrastro y el bebé era producto de esa atrocidad. Nadie habló sobre si el padrastro había sido apresado o merecía castigo.

Entre los medios que consulté, el periódico La Vanguardia, de España, fue el que más claro lo expuso: según el juez y de acuerdo con los informes médicos, la joven “sufrió una grave perturbación de la conciencia” tras dar a luz a su hija “en una letrina”. Entonces, a su juicio, ella “no actuó con dolo”.

La joven, por su parte, reconoció en su declaración: “Acepto que abandoné a mi hija”.

Por eso y a petición de la Fiscalía, el delito se cambió de intento de homicidio a abandono y desamparo de persona en perjuicio de una menor de edad. Luego el juez la absolvió.

Reconstruyendo la historia, interpreto que estamos ante un caso de una persona que reconoce que dio a luz y abandonó a su hija en una letrina porque se conmocionó, pero que ahora tiene la oportunidad de comenzar de nuevo y, ojalá, lo haga con su bebé.

Ahora que es Navidad, tiempo de reflexión y reconciliación, creo que es importante meditar sobre el milagro de la vida y el perdón.

Cada bebé que llega es una nueva oportunidad para el mundo. Es una prueba de que Dios sigue confiando en nosotros.

Los niños no son un error o una carga, como algunos pensarán al tratar de deshacerse de ellos: son una bendición. Nosotros somos los que nos convertimos en una maldición para ellos al rechazarlos, al descuidarlos o intentar abortarlos o lanzarlos en letrinas. Si dos personas tuvieron una relación y hay un embarazo, deben asumir sus responsabilidades, porque a ellas les corresponde, no a inocentes criaturas que no pidieron ser concebidas ni mucho menos pueden defenderse.

Si son niños o adolescentes los que se ven en esa situación o es el resultado de un abuso, deben pedir ayuda sicológica, médica y espiritual. No debemos señalarlos, discriminarlos ni acorralarlos, sino ayudarlos. Y el Estado y la sociedad deben estar dispuestos a apoyarlos, con soluciones inteligentes en favor de la vida —la Constitución consagra este derecho, no me lo estoy inventando— y no lo más fácil: destruir a inocentes en el vientre o acabando de salir de él. Cada atrocidad de esas se convierte en fantasmas o pesadillas que persiguen por el resto de sus días a quienes atentan contra sus bebés.

En cambio, qué gratificante y emocionante es ser padres, ver a nuestros hijos nacer, tomarlos en brazos, amarlos, luchar por ellos con todas nuestras fuerzas, verlos crecer pareciéndose a nosotros, incluso ser mejores que nosotros. Eso no tiene precio.

En esta Navidad pensemos y oremos por tantos niños victimizados y agradezcamos por nuestros hijos y nuestras familias y porque nosotros mismos pudimos experimentar el milagro de la vida.

Todo aquel que pueda tomar a su pequeño hijo o hija en brazos, arrullarlo, besarlo, cantarle, hacerle cosquillas y decirle lo mucho que lo ama, no deje pasar la oportunidad porque no volverá. Después crecerán y nos dirán adiós...

¡Feliz Navidad a todos!

Periodista