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21 December 2018

La vida está hecha de momentos. Instantes más o menos cortos, efímeros los más, que durarán en la medida en que impacten a los actores. Se dice que nada dura para siempre y, sin embargo, estoy seguro que ese momento quedará grabado indeleblemente en ellos. ¿Quién dice que las cosas se terminan, que no duran, que nada es eterno? “El hombre es la medida de todas las cosas”, afirmaba el sofista griego. Cualquiera podría decir que aquel fue solo otro beso bajo la luna de noviembre. Pero mientras lo recuerde, que lo haré por el resto de mi vida, lo hago eterno.

La vida es una sucesión de momentos y depende enteramente de nosotros saber apreciarlos. No somos seres de acciones aisladas, somos seres de significado: buscamos significados, creamos significados. El roce de una tersa mano puede impactarnos tanto como el rayo que calcina al árbol que se erguía solitario en el valle. Una cadena, una medalla, un reloj, un anillo… valen más por lo que significan para quien los posee que por su precio de mercado. Un brillante puede ser la manera de comprar un triste silencio, pero suele ser, más frecuentemente, la promesa de un futuro compartido. (“Íbamos a vivir toda la vida juntos/ Íbamos a morir toda la muerte juntos”. Serenata, de Manuel Scorza).

—Tengo que viajar por trabajo en octubre — dijo de repente. Y voy a aprovechar para comprar el anillo de compromiso — agregó sin pausa.

Lo dijo bajo el sol ardiente, como queriendo sacarse algo que por dentro lo quemaba más que el sol que calentaba por fuera. Es rápido el cerebro, procesó preguntas que surgían sin control: ¿me está diciendo lo que parece? ¿Qué me quiere decir, en verdad? ¿Por qué a mí? ¿Quiere conversarlo o solo está sacando lo que no puede contener más en su pecho? ¿Desde cuándo lo ha venido planeando?...

—¡Qué bueno! —escucho decir a mi voz, no sé si desde fuera o desde dentro. —¿Lo has pensado bien? ¿Estás seguro? —le pregunto.

Calibro mis emociones y las de él mientras responde. Vistos desde fuera, los cuerpos revelarían poco: están en control, pero supongo que él tiene —como yo— el pulso acelerado por la emoción. Cuida tus palabras, deja fluir tus emociones —me digo— mantén los ojos fijos en la carretera, las manos en el volante. Oigo que hace pausa para respirar, aprovecho y atino a decir.

—Te felicito. Es una decisión de las más importantes que un hombre toma en su vida. Y tienen que hacerla durar para siempre, pero eso ya lo sabés, ¿no? Dicho así, parece muy difícil de conseguir, pero si vivís tu amor un día a la vez, con mucha paciencia… (callo, no es apropiado) Y… ¿para cuándo sería? Me cuesta tragar tanto como a él.

—Para diciembre, responde. Y se apresura en aclarar, ¡No la boda, sino el compromiso!

—¿A quiénes se lo has dicho? ¿Quién más sabe?

—Nadie, usted es el primero, quería saber qué le parecía. Y a quien me ayudará con el anillo.

—¿Qué me puede parecer? ¡Que me gustaría ser cura para darles mi bendición! Sé lo que me vas a pedir ahora, despreocupate, no diré nada a nadie, tengo práctica en guardar secretos.

Trabajo, estudio, obligaciones diarias, imprevistos, campaña electoral, regreso de hermanas lejanas, regalos. Diciembre llegó en un abrir y cerrar de ojos. Confabulaciones, tramas, decoración secreta, ayuda de amigas íntimas. Preparó el ambiente, urdió la sorpresa, ¡construyó el momento!

“She said yes”, fue el mensaje que difundió y que prendió en las redes sociales de sus grupos. Fue un momento, sí. ¿Cuánto duró? Minutos ¿Cuánto durará? Pido a Dios que les dure para siempre.

Nostalgia del ayer al constatar cómo han cambiado los tiempos. Nosotros lo hacíamos en la más cuidada intimidad, íbamos a lo que íbamos, con todo romanticismo pero sin tanta parafernalia. Solo cuando todo estaba firme, soltábamos la noticia. En persona, de boca en boca. No sé si esto será mejor, añade expectación, involucra a más gente, ¿ayudará a recordar con más nitidez?

Psicólogo