El mayor riesgo: desconocer al TSE

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19 December 2018

El más vulnerable de todos los actores durante las elecciones de 2019 es el Tribunal Supremo Electoral (TSE). El modelo salvadoreño lo obliga a organizar el proceso electoral y a calificar la validez de los resultados. En otros sistemas, una institución diferente es la que tiene a su cargo esta última labor. En México, por ejemplo, la crisis de 2006, cuando Andrés Manuel López Obrador (AMLO) quedó a 0.62 % del primer lugar, apenas con 243,000 votos de diferencia, se salvó por la intervención de una segunda instancia, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF). Al Instituto Federal Electoral (ahora Instituto Nacional Electoral) le correspondió administrar los comicios y anunciar al triunfador, el postulante del PAN, Felipe Calderón Hinojosa. Por su parte, el TEPJF asumió la responsabilidad de revisar las demandas interpuestas por AMLO, tramitarlas e investigar si había o no indicios del fraude alegado por el movimiento que lo respaldó en aquella ocasión. Ya conocemos los hechos. El perdedor no aceptó la derrota, desconoció al árbitro electoral, se tomó las calles por varios meses y se declaró “presidente legítimo” de los mexicanos. El TEPJF desechó la petición de AMLO que exigía el recuento de “voto por voto” y “casilla por casilla”.

Ninguna de las críticas que puedan hacérsele al TSE por retrasos o decisiones administrativas lo descalifica para reconocer al ganador de las elecciones presidenciales de 2019. Ciertamente es necesaria la integración en tiempo de las Juntas Receptoras de Votos y la capacitación de sus miembros; un apropiado sistema tecnológico para el procesamiento y la transmisión de los resultados; un efectivo sistema de auditoría del financiamiento que reciban los partidos; y un competente grupo de abogados que diligencien los eventuales recursos que podrían presentar los candidatos impugnando el proceso si se sospecha que existieron irregularidades en el conteo. Todos son aspectos fundamentales para garantizar la transparencia y la equidad de las elecciones. Que exista demora en la implementación de algunos de esos rubros o que no se concreten con el nivel de sofisticación que habría sido deseable —la contratación de una empresa con amplia experiencia internacional para la transmisión de resultados para el caso— no supone, de entrada, que se está preparando un fraude con la complicidad del organismo electoral.

Los magistrados no tendrán a la vista las encuestas el día de la elección. Su veredicto será el fiel reflejo de la voluntad ciudadana expresada en las urnas. Las proyecciones de los estudios de opinión pública pueden o no acercarse al desenlace real que decidan los electores el 3 de febrero. Diferentes análisis señalan que la competencia será muy cerrada. La fortaleza territorial de los partidos de la coalición en los departamentos; la posibilidad de un voto “escondido” entre los militantes de ARENA-PCN-PDC-DS, que por tratarse de partidos tradicionales no revelen la verdadera intención de su voto ante las preguntas de los encuestadores; la incertidumbre sobre el comportamiento, tanto de los mayores de 40 años, como el de los votantes del FMLN, los de ARENA y los del mismo GANA, en la primera como en una eventual segunda vuelta; y un porcentaje de participación de los jóvenes entre 18 y 34 años que no alcance el promedio nacional de la elección presidencial (60 %), podrían generar un final distinto al que se ha venido planteando desde hace algunos meses.

El punto crítico es, en todo caso, que se cuestione la resolución del TSE, se prolonguen las disputas legales y el próximo mandatario asuma en medio de dudas que le resten legitimidad. La Organización de los Estados Americanos (OEA) y las entidades nacionales que realizarán observación nacional serán fundamentales en una circunstancia de este tipo. Las cúpulas de los partidos también juegan un papel relevante. En 2009, cuando llegó la alternancia entre ARENA y el FMLN, el aspirante del entonces partido de gobierno, la autoridad electoral y los militantes reaccionaron adecuadamente. Esa es la actitud deseable para 2019. Sin embargo todo predice que el choque entre los dos contendientes más cercanos podría ser de tal magnitud que el desfavorecido con la votación ignoraría la resolución del TSE. En ese caso serán imprescindibles la prudencia y la civilidad.

Doctor en Derecho y politólogo