Desencanto electoral

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14 December 2018

Inició el “maratón Guadalupe Reyes” con lo que, prácticamente, se les acabó el tiempo a los candidatos para enamorar voluntades y conseguir electores. Les queda la magia, la suerte, los errores que comentan sus contrincantes, poco más. El generalizado desencanto de la población con la campaña presidencial no es responsabilidad de los candidatos individuales, quienes parecen haber hecho lo que les han mandado hacer. Es el lastre que deben cargar por el pasado de sus partidos. De ese peso, el único que se salva es el nuevo partido VAMOS. (A propósito, ingeniosa la valla de “Vamos a FRENAR la vivianada”, pintadas las letras FRE- N -AR con los correspondientes colores de los otros partidos contendientes). ¿Tendrán razón que, por ser nuevos, son los únicos no corruptos?

Cuesta entender la necedad de algunos de querer ser presidente. ¿Se creerán en serio que de ellos depende la solución de los problemas del país? Buena cosa sería que todo dependiera de una sola persona. Pero no, la gestión exitosa de los problemas no es asunto de una sola persona. De hecho, es algo que los salvadoreños debemos agradecer a la actual gestión presidencial: ha demostrado en la práctica, con hechos concretos, que el cargo de presidente de la República puede ser meramente decorativo. A menudo se escucha la pregunta de si el presidente tiene algún peso en el actual gobierno. Las repetidas ausencias del señor presidente durante momentos críticos por lo que atravesó la Nación durante los últimos años hicieron que algunos se preguntaran si su presencia era necesaria para el funcionamiento del gobierno.

Así, en contra de todas las evidencias, seguimos siendo presidencialistas. Una posible explicación a esta tendencia descansa en la idea que se tiene de un líder: creer que “El Hombre” es el que decide el rumbo del gobierno. Esto último puede ser verdad en algunos momentos, pero es falso la mayor parte del tiempo: el rumbo de un gobierno viene determinado por las acciones diarias que se realizan desde los diferentes ministerios y oficinas durante el período de gobierno. Ese equipo de gobierno, no un presidente, es el verdadero responsable del rumbo que toma una administración.

El otro día, en respetuosa discusión, sostuve el argumento de que no es el candidato quien gana, sino el partido político que lo postula. Una persona, por muy carismática o excepcionalmente dotada que sea, no puede gobernar por sí sola un país entero, si no tiene la colaboración de un partido. ¿Habrá sido ese el sentido de los constitucionalistas al poner la limitación de que solo se puede postular a la presidencia alguien que pertenezca a un partido político? Salíamos de una sangrienta guerra interna y urgía cancelar la posibilidad de acceder al poder desde agrupaciones fuera de la legalidad.

Seguramente conoceremos en enero los “gabinetes de gobierno” de los candidatos. Creo que eso será un factor que decidirá la elección. ¿Puede usted imaginar los tirones de pelo, peleas, zancadillas, pujas y hasta puñaladas que se estarán dando durante estas semanas al interior de los partidos políticos? Me resulta difícil de creer que los poco experimentados candidatos hayan conseguido tanto poder durante la campaña como para hacer completamente de lado a los viejos tiburones que se las saben todas en cada uno de los partidos. Sostenía en esa discusión, que, mientras candidato en campaña, los partidos se están quietecitos para no hacer muchas olas; pero una vez ganador, me cuesta creer que no vayan a reclamar su cuota de poder al candidato.

Entonces será que, en verdad, habremos de conocer si así como cantan, bailan.

Sicólogo